martes, 26 de enero de 2021

El mal que nos engaña

Evangelio del domingo 31 de enero de 2021

El mal que nos engaña (Marcos 1,21-28)

Hay muchos relatos en los evangelios que nos narran cómo Jesús expulsaba a los demonios que tenían esclavizadas a personas sencillas de las aldeas de Galilea. “Los curaba de sus enfermedades y expulsaba a espíritus inmundos”, resume a veces el Evangelio.

El mal en nuestra vida es una evidencia, vivimos sufrimiento y dolor. Unas veces ese mal es físico: una enfermedad o pobreza que destruye; otras veces el mal es moral, cuando hacemos a las claras algo que hace daño, que perjudica a algún hermano o a nosotros mismos; pero otras veces el mal se esconde, se camufla, como si intentara pasar desapercibido para seguir maleando las relaciones y las situaciones de las personas. Ese mal aprovecha nuestras heridas emocionales, nuestros traumas y nuestras obsesiones para hacerse fuerte. Se esconde en las estructuras de las instituciones –incluso eclesiales-, para que personas que pretenden ser buenas acaben al su servicio.

Queriendo nosotros defender una causa buena, el mal nos engaña y nos incita a odiar, nos señala un chivo expiatorio al que culpar de todo para desahogar nuestra frustración. Queriendo actuar simplemente con dignidad en nuestra vida, ese mal nos engaña y nos hace comportarnos de manera orgullosa, despectiva, hiriente hacia quien nos rodea. Sin querer marginar a nadie, el mal nos engaña y acabamos despreciando a los que más necesitan de nuestra ayuda. Sin pretender grandes riquezas, el mal nos engaña y nos dice que sólo el dinero tiene la solución para todos los problemas…

En la Biblia se nombra al demonio como el Engañador. Hemos de estar alerta para no caer en sus engaños, que hacen pasar el mal por bien, que nos impiden vivir como hijos, como hermanos.   

lunes, 18 de enero de 2021

Fraternidad versus polarización

 

Evangelio del domingo 24 de enero de 2021

Fraternidad “versus” polarización (Juan 1,14-20)

Una de las características que más llama la atención del grupo que se fue formando alrededor de Jesús por su predicación es la de las diferencias entre ellos había. Juan y Santiago están dispuestos a que “llueva fuego del cielo” sobre una aldea que no los recibe por ser judíos; Mateo era recaudador de impuestos y, por eso despreciado por muchos judíos; Nicodemo, pertenecía al Sanedrín; Pedro un simple pescador; Susana, mujer de un cargo político importante; etc. Hombres y mujeres; algunos con cierta posición social, la mayoría pescadores y jornaleros pobres. En una sociedad tan polarizada como la de aquel tiempo esto mismo era un signo de la fraternidad que Jesús predicaba.

También hoy vivimos momentos de polarización social y política; incluso, de criminalización del adversario. Los de las otras opciones políticas son rechazados visceralmente. Una sociedad polarizada y enfrentada, que trata de fascista o de delincuente a la otra mitad de su población va derecha a la ruina.

Es verdad que cada persona ha de ver cómo hacer concreta la misericordia y la justicia, la ayuda verdadera al pobre y la verdadera libertad de todos; pero los cristianos tenemos como referencia siempre a Jesús, que acogía como hermanos a justos y pecadores, a fariseos y a paganos. En la comunidad cristianas hemos de dejarnos guiar, todos, por el evangelio de Jesucristo.

No se trata de proponer irenismos de salón. Nuestro “centro” tiene que ser el bien común, el desarrollo de la vida de todos, especialmente de los más pobres, el hacer posible que todos escuchemos la voz de Dios en nuestra vida que nos llama a vivir en plenitud de amor.

No dejes que en tu vida crezca la planta del odio. El odio es ciego y nos hace perder cualquier tipo de razón.  

lunes, 11 de enero de 2021

Los primeros pasos

 

Evangelio del domingo 17 de enero de 2021

Los primeros pasos (Juan 1,35-42)


Samuel es un adolescente normal, lo mismo que Juan, Andrés o María; eran jóvenes muy parecidos a los jóvenes de su tiempo. Las mismas esperanzas, las mismas preocupaciones, las mismas alegrías, los mismos miedos… Es verdad que cada persona es especial y cada uno somos únicos, pero lo que les hizo sentirse y ser verdaderamente especiales y únicos fue la relación personal con el Señor.

Samuel podía haber sido un padre de familia ejemplar, pero su relación cotidiana con el Señor hizo de él la conciencia y la esperanza de Israel. Se atrevía hasta denunciar al rey los abusos y las injusticias que cometía, para que se arrepintiera y cambiara. Su experiencia de Dios lo hizo valiente y lúcido; fue un faro para todo su pueblo. El acogió la llamada de Señor.

Andrés y Juan… no sabemos lo que podrían haber llegado a ser, la verdad. Eran tan fuertes los movimientos extremistas en su tiempo que podrían haberse convertido en zelotes violentos, o en esenios que huían del mundo… Pero Jesús de Nazaret se cruzó en su vida; se dejaron iluminar por su presencia; y comenzaron el movimiento que más profundamente ha influido en la historia de la humanidad, y que ha dado consuelo, esperanza y fortaleza a miles de millones de personas a lo largo de la historia.

María de Nazaret sí era ya una jovencita especial; pero nunca pudo nadie imaginar que, siendo mujer, llegaría a ser la persona más bendecida y querida por generaciones y generaciones. Su destino se decidió cuando acepta la llamada y la misión que Dios le encomienda, y decide ser fiel a ella.

El Señor también te llama a ti; para darte vida, y hacerte cauce de su vida. No temas, ni te acobardes. El Señor está pendiente de tu vida.  

lunes, 4 de enero de 2021

Manifestar su rostro

 

Evangelio del domingo 10 de enero de 2021

Manifestar su rostro (Marcos 1,7-11)


No basta con ser cristiano, hay que manifestarse como tal, para dar testimonio de que el amor de Dios cambia nuestro mundo y nos hace vivir en plenitud.

Jesús fue engendrado y nació como el Hijo de Dios, para manifestar el deseo incondicionado de Dios por hacernos hijos suyos. Nosotros no podemos conformarnos con ser cristianos anónimos; hemos de manifestarnos como tales, con afán de continuar en nuestras vidas la historia de la salvación.

Los evangelios concentraron esa manifestación de Jesús como el amor de Dios por la humanidad en distintos momentos. Mateo, en la adoración de los sabios de oriente, mostró el rostro de amor fraterno y universal del Padre; Juan, en las bodas de Caná, mostró las bodas entre Dios y la humanidad trae la alegría del vino nuevo a cada persona, a cada familia; Marcos comienza su evangelio con el bautismo de Jesús en las aguas del Jordán, donde ese gesto hace que Dios se manifieste ante los hombres como amor del Padre al Hijo en el Espíritu para salvación de todos.

Estas distintas “epifanías”, estas distintas formas de manifestarse Dios como amor para el mundo, pueden invitarnos a que cada persona, cada creyente encontrar nuestra forma de manifestar a Dios con nuestra vida. Los cristianos somos tan distintos unos de otros como distintas son las flores, los árboles y las plantas, pero nuestra vida ha de ser manifestación de la Vida y del Amor de Dios.

Llénate de Dios para mostrar sinceramente con tu vida la fraternidad y la solidaridad, la comunión en la fe, y la intimidad profunda y alegre con el Padre, que Cristo vino a traernos.