domingo, 26 de junio de 2022

Tiempo de sementera

 Evangelio del Domingo

Tiempo de sementera (Lucas 10, 1-20)

Para la agricultura el verano no es tiempo de sementera. El calor y la sequedad de julio y agosto no hacen posible que una semilla sepultada en la tierra tenga la mínima humedad para poder sobrevivir sin calcinarse. Pero en lo que a la persona respecta, puede ser lo contrario. 

Toda semilla necesita quietud y sosiego para que, con un poco de humedad, pueda romperse por dentro y empezar a echar pequeñas raíces y a brotar. El verano es ese tiempo de quietud y de sosiego que necesita nuestra alma para que en ella brote la novedad que siembra el Espíritu. Una lectura, una conversación, una nueva experiencia, un rato prolongado de oración... de muchas maneras el Espíritu puede sembrarse en nuestra vida y hacernos echar raíces y brotar por donde no esperábamos.

El evangelio del próximo domingo nos muestra cómo Jesús envía de dos en dos a sus discípulos a que fueran iniciando la sementera del Reino de Dios. Eran personas sin cultura del discurso, pero les a hablaban a campesinos, con sus mismas inquietudes, de la esperanza del Reino. Los habría descreídos y escépticos de aquel anuncio de promesas. Pero, para su alegría, muchos los creyeron. Hasta el propio Jesús, quizás sorprendido, se alegró.

No endurezcas tu corazón; que la sementera del Reino que cada amanecer esparce el Espíritu, no te agarre cerrado ni escéptico. Dios se vale de quién menos lo esperas para impulsarte en los caminos de su alegría.


lunes, 20 de junio de 2022

Más que Elías, el profeta

 Evangelio del Domingo

Más que Elías, el profeta (Lucas 9, 51-62)


Comentaban la gente entre sí que Jesucristo era el nuevo Elías, el gran profeta de la Primera Alianza que hizo llover cuando la interminable sequía, que denunciaba las injusticias del rey, que devolvió la vida a un niño, pero que, a veces, confundía el poder de Dios con la violencia sagrada. 

Jesús daba muestras de ser como Elías, pero mucho más que Elías. Sus signos de curación a los enfermos, su palabra contundente ante el poder inicuo y la hipocresía de los jefes religiosos, su palpable cercanía al Dios Todopoderoso, así lo avalaban. Jesús era mucho más que Elías. Su poder nunca estaba en la violencia, sino en la misericordia y la compasión, en apelar a la conciencia de cada persona; su poder va a estar en devolver la paz y la reconciliación hasta a los endemoniados y los enfermos mentales, en dar de comer a una multitud con la pequeña colaboración de algunos de aquellos pobres. El poder de Jesús es siempre como el del Padre: respetuoso con la libertad de la persona; misericordioso con el pobre; dando vida entregando su vida, como lo hizo en Jerusalén.

Por eso, los mandatos de aquel obrero nazareno son, tan fuertes y exigentes, como solo Dios los puede hacer. Nada hay que se resista a su palabra, a su llamada. En responder a su llamada está la vida y la plenitud de cada persona. No dudes que vas a escuchar su voz en la brisa suave de tu silencio; y no dudes en acogerla en obediencia. 

De seguirlo, nunca te arrepentirás.


lunes, 13 de junio de 2022

Nuevo sacerdocio

 Evangelio del Domingo

Un sacerdocio nuevo (Lucas 19, 11-17)


En la última cena, Jesús realizó un gesto que daría mucho consuelo y mucho que pensar a sus discípulos. Tomó un poco de pan y de vino y les dijo que aquello era su cuerpo y su sangre, sacramento de la nueva alianza.

Tan profunda impresión causaron estas palabras en los discípulos que cada vez que querían recordar juntos a Jesucristo partían el pan; y aquel recuerdo lo vivían no como una conmemoración sino como una actualización de la paz y de la gracia, del amor y la salvación que Jesús les trajo. Pudieron comprender que en la persona de Jesucristo se realizaba un sacerdocio nuevo, no basado en ritos, ni en ceremoniales, sino en la entrega de su vida por la que ellos experimentaban una vida nueva.

Tan distinto era aquel sacerdocio del de los judíos, del de Aarón y los levitas que acudieron a un personaje del Antiguo Testamento coetáneo de Abraham: Melquisedec. Este bendijo a Abraham cuando venía de arriesgar su vida por rescatar a su sobrino y su familia que estaban prisioneros y esclavos. Aquel gesto valiente y solidario de Abraham le gana la bendición de Melquisedec, que le agasaja con pan y vino. Un gesto sencillo para quien venía feliz por ayudar su hermano.

Así es la eucaristía: regalo que se nos ofrece, con la sola condición de abrirnos a la fraternidad con el que sufre y a la amistad con un Dios que es verdaderamente Padre.

martes, 7 de junio de 2022

El verdadero conocimiento

 Evangelio del Domingo

El verdadero conocimiento (Juan 16, 12-15)

Se acerca a nosotros una persona y vemos su estatura, su porte, su aspecto físico; hablamos con ella de alguna cosa y nos separamos. No podemos decir que la conocemos. En posteriores encuentros descubro sus capacidades, las habilidades que tiene, sus limitaciones. Me doy cuenta que me puede ayudar a resolver tal o cual problema que tengo. Que manteniendo relación con ella tendré tal o cual beneficio. No puedo decir aún que la conozco.

Se llama Juan y ya me ha contado algo de su familia y de su historia, de cómo llegó hasta aquí y de sus planes de futuro. No puedo decir todavía que la conozco.

Soy yo, en un momento, quien se sincera con él. Le comento un asunto personal que me preocupa; él comparte conmigo esa preocupación, lo noto. Sin darme cuenta he empezado a confiar en él. Ahora sí estoy en camino de conocerlo. Compartiremos tareas y momentos de descanso; algún día pasearemos juntos un rato; ya comprendo que es alguien único, una persona, para la que Dios tiene su proyecto y su misión, y que, como yo mismo, unas veces a acepta y otras no. Así en el camino nos conocemos.

Con el Señor pasa igual; solo cuando nos dejamos acompañar por él en el camino de la vida lo vamos conociendo. Lo demás son conceptos que, si no se viven, esconden más que revelan.