lunes, 27 de marzo de 2023

Dolorosamente humano

Evangelio del Domingo

Dolorosamente humano (Mateo 26.27)


Iniciamos la semana de pasión, la Semana Santa que culmina en la cumbre luminosa de la resurrección de Cristo. Muchos momentos de una densidad humana y religiosa imponderable van a ponerse delante de nuestro corazón creyente: la Magdalena ungiendo los pies del Maestro, profetizando su entrega; su entrada entre vítores en Jerusalén, proclamado Hijo de David; la expulsión de los mercaderes del Templo y su enfrentamiento con las autoridades de su tiempo; la traición de Judas; la última cena; la oración en el Huerto; el juicio en el que los sacerdotes se condenan; la flagelación y las burlas de los soldados; la sentencia de la autoridad civil; el abrazo a la cruz; el perdón a los enemigos en el mismo suplicio; la mirada a su Madre, su entrega en los brazos del Padre...

Es este un tiempo en el que nuestra oración tiene que dejar de ser meditación moral sobre nosotros mismos, y abrirse al poder infinito de la impotencia de Dios, a la riqueza de la pobreza del Hijo, a las razones del silencio del Padre. Nuestra oración ha de dejar de razonar y meditar para abrirse a la contemplación. La cruz de Jesús invita a guardar, primero, un silencio respetuoso, después, un silencio lleno del amor, no del nuestro –que es débil y voluble- sino del amor en Él contemplado.

El amor es más fuerte que la muerte, proclamaba el Cantar de los Cantares; el amor es siempre semilla de esperanza. 

Recemos por mons. Álvarez, obispo encarcelado en Nicaragua. 


miércoles, 22 de marzo de 2023

Huele a muerto (Jn 11,3-45)

Evangelio del Domingo

Huele a muerto (Juan 11, 3-45)


Perdóneme la expresión, pero en nuestra vida, muchas veces, “huele a muerto”.

“Huele a muerto” en nuestras instituciones, en las que parece que se ha naturalizado la corrupción y la ineptitud sin que lleguen dimisiones ni destituciones. Solo es grave la corrupción de los otros. Cuando esto sucede así, y hasta los altos cargos de la judicatura tienen “sensibilidad partidista”, nuestro sistema institucional va degenerando en democracia de baja intensidad.

“Huele a muerto” en nuestra cultura, en la que se está asumiendo que el tener hijos, en vez de ser la máxima realización del amor de una pareja, se entiende como una esclavitud, como una rémora para la propia felicidad. Ha tardado en llegar, pero el espejo del aborto es la eutanasia; parece que la vida que no responde a la ley del consumismo no tiene dignidad. ¿Es coherente defender la diversidad de las personas y tener como justificación del aborto la discapacidad del niño que va a nacer?

El egoísmo y el miedo, las ideologías de rechazo al otro y de cerrazón al misterio de la vida son veneno para que el amor, verdadero dinamismo del alma humana, pueda desarrollarse. Necesitamos salir de nuestras tumbas y encontrarnos unos con otros; necesitamos salir de nuestros sepulcros y acoger el don de la vida. En el evangelio de esta semana, Jesucristo se nos muestra como la resurrección y la vida; acogernos a Él, en cualquier circunstancia, es camino de vida plena. 

lunes, 13 de marzo de 2023

De la luz a la oscuridad

Evangelio del Domingo

De la luz a la oscuridad (Juan 9, 1-38)

Educados en una familia cristiana, con sus más y con sus menos, como todas; alentados a ser compasivos con el que sufre, aunque no todos diesen ejemplo; sabiendo que tenemos que poner a Dios como lo primero... nos habíamos acostumbrado a vivir en una situación de luz. Los derechos humanos, la igualdad de la mujer, la familia como vínculo de amor, la compasión con los pobres han sido valores de nuestra cultura cristiana. Tan connaturales con nuestro modo de ver la vida son que nos parecían inconmovibles. 

Pero no así, estamos volviendo a la oscuridad de olvidar que el amor solo se vive en familia; de ver a quien no piensa como nosotros como enemigos; de tener al dios de la guerra en la cúspide de un Olimpo politeísta en el que vivimos desorientados. Los valores sociales son tan dispersos que ya no tienen la capacidad de orientar con sensatez la vida de niños y adolescentes, que andan, muchas veces, perdidos al pairo de modas que pueden destruirlos.

En toda situación, quien tiene la capacidad de llevarnos de la oscuridad a la luz es el encuentro personal con Jesucristo. Él, desde nuestro corazón, compartiendo con nosotros, el barro, la realidad que vivimos, abre en nuestra vida el camino de la plenitud del amor. La fe en Jesucristo tiene la fuerza de ir encaminando a los niños y a los jóvenes, a los mayores y a los ancianos, a los matrimonios y a los consagrados por la senda de la alegría sencilla y del amor entregado. Él es la luz.


lunes, 6 de marzo de 2023

Iglesia samaritana

Evangelio del Domingo

Iglesia samaritana (Juan 4, 5-42)


Vamos por la vida sedientos, con una sed a la que muchas veces no ponemos nombre y otras confundimos. Vamos sedientos por la vida, y nos parece que estamos sedientos de un cuerpo perfecto que mirarnos en el espejo, o de cuerpos perfectos –casi de plástico-- a los que acariciar libidinosamente. Vamos sedientos por la vida, y nos parece que el dinero podría saciar la sed que sentimos, que comprando cosas superfluas seríamos más felices. Vamos sedientos de aceptación de los otros, la anhelamos, la deseamos, y acabamos mendigándola: “¿Verdad que soy bueno?, ¿verdad que soy mejor que tal o que cual?, ¿verdad que me admiras?...” Y nuestra sed no se satisface con nada de eso. 

“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial de agua que salta hasta la vida eterna” –dijo el Señor.

Somos iglesias samaritanas, que compartimos con todos los hombres la sed de la mujer de Sicar, y que como ella hemos encontrado el manantial que nos sacia de acogida y misericordia, de exigencia y dignidad, de sentido profundo de la vida en los momentos de dificultad.

Ojalá nuestras comunidades fueran como aquella mujer; comunidades de sedientos que, habiendo encontrado el manantial de Jesucristo en su vida, comparten con otros el amor profundo y el horizonte amplio de la fe que da sentido a cuanto hacemos y vivimos.