lunes, 29 de abril de 2024

Acepción de personas

Domingo 5 de mayo

Acepción de personas (Juan 15,9-17)


El domingo anterior veíamos que mientras a Pablo lo tenía que sacar de Jerusalén porque los fanáticos judíos lo querían asesinar, el conjunto de la Iglesia, con Pedro a la cabeza, gozaba de paz en toda Judea. A cada uno le llega a su hora lo que tiene que hacer. Pedro fue dándose cuenta poco a poco que la fe en Jesucristo desbordaba las fronteras de la religión judía. El amor de Dios alcanza a todos especialmente a los que sufren y a las personas de buena voluntad. 

Los primeros discípulos de Jesús eran todos judíos, como Él mismo; pero el mensaje y la vida que traía no se circunscribía a una cultura, a una manera de entender la moral, incluso a una manera religiosa de entender a Dios. A los fanáticos de todos los tiempos, Jesucristo los pone nerviosos. No nos salva ninguna religión, ningún conjunto de prácticas con las que las personas quieren congraciarse a la divinidad. Jesucristo viene llamándonos amigos, viene amándonos hasta entregar la vida por nosotros, y convocándonos a vivir en su amor. Su mandamiento es que nos amemos unos a otros en el amor con que Él nos ama; nada más, nada menos.

Hoy día también nos encontramos con fanáticos de ideologías, que insultan y denigran a todo el que no sea de los suyos; y, en el último gesto de desprecio, lo cancelan. “Fachosfera”, “progresía”, “patrioteros” “feminazis” ..., cuánto insulto y cuanta necesidad de comprensión.


jueves, 25 de abril de 2024

Juego de humildades

Domingo 28 de abril

Juego de humildades (Juan 10,1-8)


En el evangelio de Juan, Jesús se describe a sí mismo con algunas metáforas sorprendentes. “Yo soy la puerta”, “yo soy la vid”; metáforas que nos invitan a pensar. La puerta tiene la función de dejar entrar. Si uno no quiere que nadie entre en un lugar, no le pone puertas, le pone un muro; una puerta cerrada es la continuación del muro en el que está. Pero ¿qué es la puerta?: un hueco, un vacío, una parte en la que no hay nada; y, por esa nada, podemos pasar.

Jesucristo se hizo así, se anonadó a sí mismo para convertirse en puerta para que por él lleguemos a la vida. Somos tan importantes para él que por nosotros entregó su vida. El orgullo siempre dice: “yo hago”, “yo valgo”, “yo siento”, “yo pienso”. La humildad pregunta, guarda silencio y deja espacio para que el otro crezca.

Otra de esas metáforas de Jesús es: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. Y en esta nos pide humildad a nosotros, nos pide dejarnos hacer. El sarmiento es cauce por el que la vid produce sus frutos; y, cuando lo hace, ya muere. Como el mismo Jesucristo estamos llamados a ser cauces de una vida que no es nuestra; a no retener el amor sino a acogerlo para entregarlo; a no imponer nuestros pensamientos, sino a hacer pensar; a abrir caminos para que los otros sean protagonistas de su propio destino. 

La vida es un juego de humildades que se alientan unas a otras en el hálito del Espíritu.


lunes, 15 de abril de 2024

Como Cristo, así nosotros

Domingo 21 de abril

Como Cristo, así nosotros (Juan 10,11-18)


El próximo domingo es el del Buen Pastor, permitidme que en este comentario cite un párrafo de la Constitución “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II, en el que se nos explica cómo ejerció Jesucristo esa misión y cómo la debe realizar la Iglesia hoy día. 

“Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Co 8,9); así también la Iglesia no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación. (LG 8)

Ojalá los llamados a ser pastores en la Iglesia nos apliquemos estas palabras “a la letra”; pero los cristianos sed indulgentes con nuestra debilidad.


lunes, 8 de abril de 2024

El carné de cristiano


Domingo 14 de abril

El carné del cristiano (Lucas 24, 35-48)



En muchas de sus apariciones a los discípulos, Jesús Resucitado les muestra las llagas de la cruz en su carne, las llagas del pecho, de las manos y de los pies. Eran como su carné de identidad: “Soy Yo, el que os amo hasta el extremo de entregarme en la cruz por vosotros y por todos”. El distintivo de Jesús es ese amor que busca el bien del otro por encima de sí mismo; que busca que nos sintamos amados para que comencemos también a amar así.

El carné del cristiano es un amor que es ternura y gozo, que es alegría y plenitud; y que, cuando hace falta, avanza con paso firme por la incomprensión y el perdón, por el sacrificio y la cruz; un amor que encuentra su gozo en el bien del otro. Cada vez que una persona, lúcidamente, se entrega por amor a sus hermanos –independientemente de sus creencias religiosas- adquiere el documento de identidad cristiana.

Hace algún tiempo vimos cómo a un muchacho migrante que se encaramó a una ventana de un bloque de pisos, arriesgando su vida, por salvar a un niño de un incendio, se le concedió de manera inmediata el permiso de residencia. Así es también nuestra fe: quien ama dando la vida por los amigos vive el amor más grande, vive en el amor del Padre, el Hijo y el Espíritu, vive el amor cristiano.

Nunca te avergüences, ni te arrepientas de las llagas que haya dejado en tu carne el amor al otro, son tu carné de cristiano.


lunes, 1 de abril de 2024

La Iglesia de los comienzos

Domingo 07 de abril

La Iglesia de los comienzos (Juan 20, 19-31).


De entre los primeros cristianos los había pescadores y jornaleros, comerciantes y artesanos, gentes de la mar y del interior; casi todos pobres, pero también algunos ricos; muchos de origen judío, pero también gentiles; del oriente medio, pero también del norte de África, y de Siria y de Asia Menor; algunos eran señores, que evangelizaron a sus siervos; otros esclavos, que evangelizaron a sus señores... Ninguna característica exterior los unía entre sí, ninguna los diferenciaba de sus vecinos que ignoraban quién era Cristo. Pero habían escuchado hablar de Jesús de Nazaret, habían experimentado la luz con que los iluminaba y habían sentido su llamada: Cristo, el Hijo de la Misericordia, el Hijo de Dios, estaba vivo y les estaba dando vida.

Siendo tan distintos se sentían convocados a vivir juntos la gracia de la fe: a vivir compartiendo los bienes y los problemas; a vivir unidos escuchando el testimonio de los apóstoles para ellos poder dar testimonio de Jesucristo a quienes se encontraran. Iban creando una comunidad de hermanos unidos por la fe en Cristo. Quienes los veían reconocían en ellos una vida especial: generosos y austeros, fuertes ante la adversidad, tiernos con el que sufría, alegres en su fe, respetuoso con todos, libres en todo...

Cada vez más personas sentían curiosidad y admiración por aquella Vida que sostenía a los creyentes. ¿Así son hoy nuestras comunidades?