El carné del cristiano (Lucas 24, 35-48)
En muchas de sus apariciones a los discípulos, Jesús Resucitado les muestra las llagas de la cruz en su carne, las llagas del pecho, de las manos y de los pies. Eran como su carné de identidad: “Soy Yo, el que os amo hasta el extremo de entregarme en la cruz por vosotros y por todos”. El distintivo de Jesús es ese amor que busca el bien del otro por encima de sí mismo; que busca que nos sintamos amados para que comencemos también a amar así.
El carné del cristiano es un amor que es ternura y gozo, que es alegría y plenitud; y que, cuando hace falta, avanza con paso firme por la incomprensión y el perdón, por el sacrificio y la cruz; un amor que encuentra su gozo en el bien del otro. Cada vez que una persona, lúcidamente, se entrega por amor a sus hermanos –independientemente de sus creencias religiosas- adquiere el documento de identidad cristiana.
Hace algún tiempo vimos cómo a un muchacho migrante que se encaramó a una ventana de un bloque de pisos, arriesgando su vida, por salvar a un niño de un incendio, se le concedió de manera inmediata el permiso de residencia. Así es también nuestra fe: quien ama dando la vida por los amigos vive el amor más grande, vive en el amor del Padre, el Hijo y el Espíritu, vive el amor cristiano.
Nunca te avergüences, ni te arrepientas de las llagas que haya dejado en tu carne el amor al otro, son tu carné de cristiano.
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