martes, 28 de diciembre de 2021

Paz en la Tierra


Evangelio del Domingo

Paz en la tierra

 (Jn 1, 1-18)

¡Cuánta guerra, cuando todos deseamos vivir en paz! En todos los rincones de la Tierra hay conflictos armados que siegan vidas inocentes. Unas veces son víctimas, directamente, de las armas de fuego, otras del hambre o de las migraciones forzadas y en condiciones inhumanas. Si la paz es fruto de la justicia, como dice Isaías, vivimos en un mundo profundamente injusto.

Igual es que no todos deseamos vivir en paz, y algunos ponen su beneficio económico y sus ansias de poder por encima del bien y de la vida del pueblo. Pero unos pocos no pueden si los muchos no ceden, y la responsabilidad de que el clima de división y enfrentamiento se vaya adueñando de un país es de todos sus ciudadanos. Cuando dividimos a las personas entre corderos y lobos, se llamen como se llamen unos y otros, ya está justificado iniciar la caza del lobo y usar la violencia contra el que se ha caracterizado como la encarnación del mal.

Si queremos la paz hemos de dejar que brote en nuestro corazón y defenderla de tanta tentación de violencia y de enfrentamiento que nos asalta. Que este año nuevo sea de paz para todos.


lunes, 20 de diciembre de 2021

Delicadeza y ternura de Dios

 Evangelio del Domingo

Delicadeza y ternura

 (Lc 2, 1-14)


Con la delicadeza que una madre lava a su hijo recién nacido; con la ternura que su padre lo coge en brazos; con el amor que ambos se miran como si el mundo se hubiese parado y nada pudiera salir mal…; así viene Dios a nuestra vida, con delicadeza y ternura.

No quiso Dios imponer nunca su voluntad. Sus palabras, silenciosas; su presencia elocuente siempre es respetuosa con nuestros sentimientos y nuestra voluntad. A veces lo quisiéramos castigador –con los otros-; a veces lo imaginábamos acusando y corrigiendo a todos. Pero, cuando quiso venir a mostrarnos su rostro, eligió el de un niño recién nacido cuidado por su padre y su madre, en la pobreza más radical. 

La presencia de los cristianos debe ser así: como la de María y José cuidando a su hijo. Con delicadeza y ternura para con su hijo; con sacrificio y abnegación para con ellos mismos; con valentía y prudencia para con el mundo, tantas veces hostil y cruel.

El niño, que se duerme bajo la mirada de su madre María, nos habla de la bondad de Dios, que florece como el almendro, antes incluso de cubrirse de sus verdes hojas. Solo los contemplativos lo descubren; por eso solo los contemplativos pueden iniciar los cambios verdaderos que necesita nuestro mundo.


martes, 14 de diciembre de 2021

Personal de servicio

 Evangelio del Domingo

Personal de servicio

 (Lc 1, 39-45)

En muchos de nuestros barrios estáis trabajadoras de servicio a domicilio. Vuestra tarea es limpiar lo que otros ensucian, cuidar a niños que no son los vuestros y a ancianos que no son vuestros padres ni abuelos, comprar y cocinar cosas que no seréis vosotras quienes las comeréis. Algunas venís de muy lejos para esta tarea, a veces ingrata, en la que muchas ponéis cariño y amor.

La Virgen María, la Madre de Dios, también fue “personal de servicio”, también asumió la tarea de “ayuda a domicilio”. Ya el ángel Gabriel le había anunciado que iba a ser la madre del Salvador, y nada más saber que su pariente Isabel, que ya era mayor, estaba embarazada de seis meses, se puso en camino, en un viaje de varias jornadas, para ir a atenderla en todo lo que necesitara.

El Evangelio es así de sorprendente. Dios rompe siempre nuestros esquemas mentales y nuestros prejuicios sociales. Va mucho más allá que nosotros porque tiene siempre en cuenta a los últimos, a los que menos suerte o posibilidades han tenido en la vida, a los que, por lo que sea, les toca vivir la mirada condescendiente de los demás.

Aunque a veces no os paguen lo que merece vuestro trabajo; aunque a veces “racaneen” con vuestros días de descanso; aunque a veces no os traten bien; tenéis que saber que en el evangelio conocemos a la Virgen María sirviendo en una casa, no siendo servida.


jueves, 9 de diciembre de 2021

Encarnación



Evangelio del Domingo
Encarnación
 (Lc 1, 26-38)



En unos días estaremos celebrando la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios en nuestra historia. Se nos llenarán los ojos de la ternura y la belleza de la bondad de María, José y su Hijo; y estará muy bien. Pero, a veces, se nos olvida la razón por la que Dios mismo quiso hacerse carne de hombre, y venir a donde nosotros estamos.

Sí, sí; eso es; para salvarnos del pecado. Un pecado que tiene como consecuencias las guerras y las más terribles rencillas entre hermanos; un pecado que es causa de todo tipo de violencia contra mujeres y niños. de la deshumanización y la falta de sentido de la vida de muchos; un pecado que a todos nos hace sufrir y que en todos está presente. El pecado consiste en no respetar los límites de nuestra realidad, en creernos dioses capaces de decidir sobre el bien y sobre el mal; que estamos por encima de los demás y hasta de la voluntad de Dios.

La cadena del pecado la rompió el Hijo cuando venció el odio con la fuerza de su misericordia. Pero Dios es tan humilde y respetuoso que necesitó que una mujer sencilla acogiera en su seno al Verbo de Dios. Sin su acogida no podía Encarnarse y dar comienzo a la salvación definitiva de la humanidad.  Cada uno de nosotros como María, en este adviento, hemos también de decir: “Señor aquí me tiene, que se cumpla tu voluntad en mí”, para que el mal retroceda y la gracia del amor y de la justicia sea, como Dios quiere, lo que impulse nuestra vida.