jueves, 9 de diciembre de 2021

Encarnación



Evangelio del Domingo
Encarnación
 (Lc 1, 26-38)



En unos días estaremos celebrando la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios en nuestra historia. Se nos llenarán los ojos de la ternura y la belleza de la bondad de María, José y su Hijo; y estará muy bien. Pero, a veces, se nos olvida la razón por la que Dios mismo quiso hacerse carne de hombre, y venir a donde nosotros estamos.

Sí, sí; eso es; para salvarnos del pecado. Un pecado que tiene como consecuencias las guerras y las más terribles rencillas entre hermanos; un pecado que es causa de todo tipo de violencia contra mujeres y niños. de la deshumanización y la falta de sentido de la vida de muchos; un pecado que a todos nos hace sufrir y que en todos está presente. El pecado consiste en no respetar los límites de nuestra realidad, en creernos dioses capaces de decidir sobre el bien y sobre el mal; que estamos por encima de los demás y hasta de la voluntad de Dios.

La cadena del pecado la rompió el Hijo cuando venció el odio con la fuerza de su misericordia. Pero Dios es tan humilde y respetuoso que necesitó que una mujer sencilla acogiera en su seno al Verbo de Dios. Sin su acogida no podía Encarnarse y dar comienzo a la salvación definitiva de la humanidad.  Cada uno de nosotros como María, en este adviento, hemos también de decir: “Señor aquí me tiene, que se cumpla tu voluntad en mí”, para que el mal retroceda y la gracia del amor y de la justicia sea, como Dios quiere, lo que impulse nuestra vida. 


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