lunes, 31 de enero de 2022

Toda la vida en dos claves

 Evangelio del Domingo

Toda la vida en dos claves (Lc 5, 1-11)


La clave de la vida es escuchar la llamada que Dios te hace en la transparencia de lo cotidiano. El día a día va mostrándonos, si nos paramos un poco, en qué se ha de resolver nuestra vida. El profeta Isaías la descubrió en el templo, en una experiencia profunda de oración; Pedro el pescador de Galilea, cuando descubre que tenía delante de él alguien más grande de lo que podría imaginar; Saulo de Tarso la descubre ante el hastío y la contradicción de perseguir sin misericordia en nombre del Dios de la Misericordia. Si somos capaces de escuchar qué nos pide Dios y acogerlo, toda nuestra vida transcurrirá, con problemas y dificultades, pero con la certeza íntima de estar viviendo nuestra propia vida.

Pero después de esa opción fundamental, después de haber acogido la vocación de Dios que cimienta nuestra vida, tenemos que seguir atentos a las llamadas concretas que nos hace en las situaciones y personas que nos encontramos. ¿De qué sirvió escuchar la llamada a ser madre si, después, sabes más sobre la última telenovela turca que sobre la vida de tus hijos?; ¿de qué sirvió que le consagraras toda tu vida a Dios, si después esquivas el compromiso, disimulas tu orgullo y solo buscas la comodidad? Cada día tiene un reto, cada día tiene su afán.

Alguna vez cuando Dios llamó a tu puerta tenías puestos los auriculares; pudo pasar, pero no lo escuchaste. Ese es el reto: ponerse en modo escucha.


martes, 25 de enero de 2022

Amar en el conflicto

 Evangelio del Domingo

Amar en el conflicto (Lc 4, 21-33)

Amar cuando todo va bien, no es difícil; aunque siempre se requiere generosidad y madurez. Pero cuando llega el conflicto, la amistad, la hermandad y el amor de pareja se resienten.

Fue fácil amar a Jesús en las bodas de Caná, cuando el vino y la alegría empujaban al entusiasmo; fue fácil admirarlo cuando curaba a paralíticos y leprosos, o cuando daba de comer a las muchedumbres; era fácil admirarlo cuando contando parábolas y hablando palabras de sabiduría enseñaba a pensar. Pero cuando sus enseñanzas son críticas con la cultura de su tiempo, cuando no todos están de acuerdo con su palabra y comienzan las críticas y las amenazas es más difícil seguir estando a su lado.

Jesús nunca deja de amarnos; ni cuando nos ve enfermos y debilitados, o cuando recaemos en el pecado; ni siquiera cuando nos ponemos en su contra. Él amó a Pedro, incluso en sus negaciones; y a Judas en la traición. Su amor fue tan lejos que a todos dejó atrás.

Para nosotros es imposible amar así. Solo cuando nos entrega su Espíritu nos capacita para amar, también, en el conflicto: respetando al que está contra nosotros o nuestras ideas o nuestras acciones, pero sin dar marcha atrás en las convicciones que cimientan nuestra vida; dispuestos a reconocer en qué nos hemos equivocado, pero conscientes de que no podemos renunciar ni a la fe que tenemos, ni a manifestarla con nuestras palabras y nuestra vida. 


lunes, 17 de enero de 2022

El pueblo de la Palabra de Vida

 Evangelio del Domingo

El pueblo de la Palabra (Lc 4, 14-21)


Lo que une y da consistencia a un pueblo es compartir una cultura, una manera de afrontar la vida, la solidaridad de los distintos grupos que lo componen y el tener un proyecto de justicia en común. Los nacionalismos se empeñan en buscar en un pasado mítico y glorioso una identidad excluyente; y si no la tienen, se la inventan.

El pueblo de Dios en la Primera Alianza se alimentaba de un pasado memorable: Dios los había sacado de la esclavitud y la opresión a través de la gesta liberadora de Moisés. Pero lo que les daba consistencia como pueblo era la Ley de Dios. Una ley que habla de respeto y de mutua ayuda, una ley que busca la justicia y la solidaridad con el extranjero y los más pobres. Una ley que el mismo Dios de la misericordia y del perdón les había concedido.

La Iglesia, nuevo pueblo de Dios, reúne a personas de distintos países y culturas; pero tenemos en común ser llamados a una comunión íntima y comunitaria con Jesucristo; una comunión que nos hace procurar vivir con honestidad y dignidad nuestra propia vida, desear profundamente que todos tengan vida, y construir un mundo más justo. El relato “mítico” que nos identifica es el de un hombre que, siendo Dios, se entregó para salvarnos a todos. Por eso todo cristiano vive no para sí mismo, sino queriendo entregarse, en Cristo, a los demás.

Un pueblo cristiano no excluye, no margina, no condena; con todos comparte el pan y el vino de la Palabra de Vida.


lunes, 10 de enero de 2022

Vida abundante

 Evangelio del Domingo

Vida en abundancia (Jn 2, 1-11)

El primer signo que realiza Jesús en el evangelio de san Juan, como Mesías y Salvador, nos puede parecer sorprendente: en las bodas de una familia amiga, hace que no falte el vino para que la alegría de aquellas familias pobres y sencillas no se interrumpa.

Entendemos bien los signos con los enfermos: es una situación tan dura que a todos nos conmueve. Con el signo de la multiplicación de los panes ocurre algo parecido: el pan es lo más necesario para la vida. Hasta el signo de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén tiene la justificación de deslegitimar una religión centrada en lo meramente religioso alejado y opuesto de la vida.

En Caná de Galilea, Jesús nos muestra que su evangelio es buena noticia para lo concreto de nuestra vida; que quiere la felicidad de los pobres y sencillos, de todos; que su salvación no es meramente religiosa –de oraciones, misas y cultos-; sino que es la salvación que quiere un padre bueno para sus hijos: que vivan felices, que su felicidad sea el bien, y que si tienen problemas que los afronten con esperanza y fortaleza. La salvación que nos trae Jesús es la salvación de quien nos ama; y, en último término, es su amor mismo el que nos salva.

Por eso, nada verdaderamente humano queda fuera de la mirada entrañable y acogedora de Jesucristo; nada verdaderamente bueno y justo puede quedar fuera de las preocupaciones de la comunidad cristiana.


lunes, 3 de enero de 2022

Si yo me encontrara una estrella

 Evangelio del Domingo

Si yo me encontrara una Estrella

 (Mt 2, 1-12)


De manera sorprendente el evangelio de san Mateo narra que en los primeros años de la vida de Jesucristo unos sabios, venidos de tierras lejanas, llegaron al mesías niño para adorarlo y ofrecerle oro, incienso y mirra.  Es inaudito que un simple recaudador de impuestos haya conseguido forjar una narración de tanta fuerza imaginativa y popular. Aunque no es la única sorpresa de este tipo que nos reserva Mateo en su evangelio: las bienaventuranzas son otro ejemplo de su capacidad para transmitirnos la fuerza luminosa que él mismo acogió de Jesucristo. 

Aquellos magos de oriente desaparecieron y la vida de Jesús y su familia continuó siendo la de unos aldeanos pobres de Galilea. Pero en ellos no pudo borrarse la impresión de ver la omnipotente debilidad de Dios hecho niño; y en María y José, nada pudo hacer olvidar que no solo ellos sabían de la misión incomprensiblemente grande de aquel niño.

Cuando nosotros encontramos la estrella de la fe, que llena el corazón y la vida, todo cambia sin que haya cambiado nada. En todo vislumbramos motivos de esperanza. Toda nuestra vida se convierte en misión; y en todo momento nos sentimos acompañados –compartiendo el pan- con el que le da sentido a la historia y nuestra vida.