martes, 26 de marzo de 2024

Lucharon vida y muerte

Domingo 31 de marzo

Lucharon vida y muerte (Juan 20, 1-19).

“Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la vida triunfante se levanta.” Así cantaremos el domingo de resurrección cuando comience la celebración de la Pascua. 

La muerte de Jesús, como todo sacrificio que se hace por amor, fue inicio de vida; inicio de vida plena para toda la humanidad. Hasta la muerte y resurrección de Jesucristo, la muerte parecía ganar la partida. Los mejores sentimientos, los proyectos de justicia, las mejores acciones de solidaridad, la entrega de amor concreta por los débiles si no perecían ante la injusticia y la violencia, sucumbían en el olvido de los años. El amor siempre ha sido semilla de bien, y su fuerza ha sostenido siempre el mundo, así nos creó el Padre. Pero, quien amaba se veía maltratado o, en el mejor de los casos, olvidado a los pocos años.

La muerte y la resurrección de Jesucristo nos muestran que el amor entregado y generoso tiene sentido no solo para seguir sustentando la humanidad del mundo, también para que quien se ve en la tesitura de entregar toda su vida, todo su tiempo, todas sus energías, a sí mismo, por amor, sepa que su vida triunfa sobre la muerte, que su amor tiene todo el sentido.

Vivir en Jesús, muerto y resucitado, es vivir en este círculo virtuoso en el que Él que nos da su vida nos capacita para dar la nuestra para que podamos ser cauces de nueva vida.


martes, 19 de marzo de 2024

En un borriquillo

Domingo 24 de marzo

En un borriquillo (Marcos 15, 1-39).


¡Qué hermosa es nuestra fe! El salvador del mundo quiere entrar en la ciudad santa, en Jerusalén, realizando el signo que había profetizado Jeremías; y entra como príncipe de la paz, sereno y alegre, rompiendo los esquemas de este mundo, montado en un borriquillo. Los grandes de este mundo, los “alejandros de Macedonia” o los “césares de Roma” hubieran entrado con parafernalia de carruajes y corceles. 

Jesucristo no hace manifestación de poder, porque no quiere y no va a querer ningún poder de imposición ni de violencia. El único poder que busca tener es el de interpelar nuestro corazón hacia el bien y hacia el amor. Todas sus palabras habían buscado, durante tres años, anunciar la Buena Nueva del amor y la justicia de Dios. Todos sus gestos de sanación y de ayuda a los pobres habían buscado mover a la esperanza de vivir en el amor. Y cuando llega el momento culminante de enfrentarse con los poderes de Jerusalén, su gesto es el pasear por sus calles como hijo de David, como el que viene a traer la justicia para el pueblo pobre desde la paz.

No hay caminos para la paz, la paz es el camino. No se cambia con violencia un mundo violento; no se cambia con odio el odio; no se vence la injusticia con más injusticia; ni la manipulación con mentiras. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida; sin Él, ¿cómo podríamos siquiera pensar en un mundo nuevo?


jueves, 14 de marzo de 2024

Vidas sembradas

Domingo 17 de marzo

Vidas sembradas (Jn 12, 20-33).


Piensa en qué personas han dejado en ti una huella honda y profunda de humanidad; aquellas que acuden a tu memoria en los momentos difíciles y en los más tiernos; aquellas que, de vez en vez, siguen alumbrando tu rostro con una sonrisa de agradecimiento sincero... Hay personas que se han sembrado en nuestra vida; son las que nos permiten dar fruto de humanidad.

Personas sencillas, pero con carácter; fueron serviciales y, a la vez, recriminaron, con sus palabras o sus silencios, nuestra falta de generosidad; personas que no solo nos daban cosas, sino que se nos dieron ellas mismas, y con ternura despertando nuestra libertad. Hay personas que se siembran en la vida y dan fruto: “Os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Así quiso ser el Señor, grano de trigo que se sembró en el surco del mundo. 

Sembrarse requiere sacrificio, entrega, negarse a uno mismo, aguantar momentos de oscuridad en los que parece que nada tiene sentido, momentos de tentación en los que el camino más fácil parece ser el mejor. Sembrarse requiere mucho amor. El amor verdadero da sin esperar nada a cambio, no se supedita a la reciprocidad; entrega no lo que le sobra, sino lo que el otro necesita para crecer. El que ama sale de sí mismo, y en ese “éx-tasis”, se entrega a Dios, Padre de la Vida. Concédenos, Señor, vivir sembrándonos.


lunes, 4 de marzo de 2024

Yo no te juzgo

Domingo 10 de marzo

Yo no te juzgo (Jn 3, 14-21).



Nicodemo era un hombre de bien; justo, recto, con la intención de hacer lo debido toda su vida, creyente en el Dios de la promesa. Le desagradaba la hipocresía de los de su clase, pero aun le repugnaba más el pecado burdo y la vida obcecada de los incultos e ignorantes.

Escucha hablar de Jesús y una luz se le enciende en el alma. Va a verlo de noche. Las palabras de Jesús le sorprenden: “Tienes que nacer de nuevo”, “yo no he venido a juzgar a nadie”, “el que obra mal no se acerca a la luz y ya está juzgado” ... Fue una conversación no tan larga, pero serena; sobre todo sorprendente y que lo dejó con una paz profunda. “Dios no me juzga, pero cuando me acerque a Él iluminará este pecado de soberbia que me lastra el alma.” Nicodemo había comprendido que de poco sirve condenar la tiniebla; ante la tiniebla hay que aportar luz. Él, maestro de la Ley, había estado toda su vida recriminando, juzgando, pesando y midiendo conductas, condenando; pesando, midiendo y condenándose a sí mismo...; y con tanto rigor que estaba cansado y vacío. Y todo era tan fácil como dejarse iluminar e intentar reflejar es luz. ¿Podría ser todo así de sencillo?

Pero el Nazareno había dicho otra cosa: “Cuando me levanten como a la serpiente atraeré a todos hacia mí”. ¿Qué necesidad hay de ese sufrimiento? ¿Para qué pasar por el desprecio y la ignominia? ¿Se podrá ser luz sin quemarse? Pero la presencia de Jesús había sido tan fuerte que toda pregunta pasaba a un segundo término.