martes, 19 de marzo de 2024

En un borriquillo

Domingo 24 de marzo

En un borriquillo (Marcos 15, 1-39).


¡Qué hermosa es nuestra fe! El salvador del mundo quiere entrar en la ciudad santa, en Jerusalén, realizando el signo que había profetizado Jeremías; y entra como príncipe de la paz, sereno y alegre, rompiendo los esquemas de este mundo, montado en un borriquillo. Los grandes de este mundo, los “alejandros de Macedonia” o los “césares de Roma” hubieran entrado con parafernalia de carruajes y corceles. 

Jesucristo no hace manifestación de poder, porque no quiere y no va a querer ningún poder de imposición ni de violencia. El único poder que busca tener es el de interpelar nuestro corazón hacia el bien y hacia el amor. Todas sus palabras habían buscado, durante tres años, anunciar la Buena Nueva del amor y la justicia de Dios. Todos sus gestos de sanación y de ayuda a los pobres habían buscado mover a la esperanza de vivir en el amor. Y cuando llega el momento culminante de enfrentarse con los poderes de Jerusalén, su gesto es el pasear por sus calles como hijo de David, como el que viene a traer la justicia para el pueblo pobre desde la paz.

No hay caminos para la paz, la paz es el camino. No se cambia con violencia un mundo violento; no se cambia con odio el odio; no se vence la injusticia con más injusticia; ni la manipulación con mentiras. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida; sin Él, ¿cómo podríamos siquiera pensar en un mundo nuevo?


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