Evangelio del 23 de febrero del 2020
La mediocridad no es camino (Mateo 5, 38-48)
No hay camino intermedio, o buscamos la santidad, o
viviremos en el infierno. La gran tentación de todos nosotros es la
mediocridad; buscar una posición que ni nos haga parecer egoístas, ni
comprometa nuestra comodidad o nuestro estatus; querer vivir sintiéndonos
cristianos pero sin querer aprender como discípulos del Maestro. Es una
posición que se acerca a la hipocresía sin serlo del todo porque se define más por
cobardía.
Y no es una tentación solo para los cristianos, y en
nuestra vida de fe; es un engaño –que eso significa tentación- que está
presente en todo lo que merece la pena; en todo amor que puede plenificar a la
persona. Amar sin entregarnos, ser padres a tiempo parcial, amigos de los que
no se complican la vida… Todos conocemos lo que significa este nadar y guardar
la ropa, que cuando se trata del amor, de la amistad, de la confianza es
simplemente un engaño.
Y no se trata de lo que haces, sino de la actitud
vital, interior, profunda con la que vives. Puedes tener una vida sencilla: tu
familia, tus niños, tu trabajo, tu tarea en la parroquia o en alguna
asociación, que vas compaginando como puedes, con tus momentos de descanso y de
reposo…; y viviendo profundamente el amor de Dios cada instante de tu vida.
Tampoco se te exige que nunca te equivoques, sino en que vivas en clave de
entrega y de donación, de ofrenda y de acción de gracias.
La clave está en vivir desde lo que acojas como voluntad de Dios. No te olvides que los egoísmos pactados y compartidos nunca
llegan a ser amor, y te dejarán helado el corazón.
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