lunes, 27 de abril de 2020

Escuchar y decidir


Evangelio del 3 de mayo del 2020
Escuchar y decidir (Juan 10, 1-10)

Cuando vivimos sin escuchar, decidimos a ciegas. Y, ¡tantas veces vivimos sin escuchar! Sin escuchar a los que nos rodean y sin siquiera escucharnos a nosotros mismos. Vivimos de rutinas, de prejuicios, de lo que se dice y se piensa, sin acoger la novedad que nos trae el presente. Y los acontecimientos siempre podemos sacar una enseñanza, siempre nos hable Dios. Esta pandemia nos ha mostrado la fragilidad de nuestra propia vida; y la necesidad que tenemos de cuidarla.

Mal saldríamos del confinamiento que ha marcado el mes posiblemente más extraño de nuestra vida, que repitiendo los mismos vicios y prejuicios. Ojalá este confinamiento nos haga más cariñosos, comprensivos y dialogantes con los nuestros. Ojalá este confinamiento nos haga más responsables con nuestra sociedad, valorando el trabajo de quien sostiene y cuida nuestra vida. Ojalá este confinamiento nos haga valorar nuestros políticos menos desde la ideología y más desde la capacidad de gestionar y solucionar los problemas reales que nos afecten.

No sería admisible que siguiéramos mal pagando a médicos y personal sanitario. No será admisible que agricultores, jornaleros y quienes mantienen el sector primario de nuestra sociedad siguieran teniendo que reclamar un precio justo por los productos de nuestra tierra que dote de condiciones aceptables a su trabajo. No será admisible que nuestros suministros esenciales dependan por completo de la importación cuando hay tantos desempleados en nuestro país. No será admisible que gestos propagandísticos de lo políticamente correcto sean lo único que importe a nuestros políticos. Poco habríamos aprendido de  las más de 24.000 muertes producidas si pensáramos que nada  hemos de cambiar.

martes, 21 de abril de 2020

Esperanza viral


Evangelio del 26 de abril del 2020
Esperanza viral (Lucas 24, 13-35)


¿Vivimos este tiempo de corona-virus apesadumbrados o dando esperanza? El Evangelio es siempre fuente de esperanza. Jesucristo es la esperanza concreta y última de nuestra existencia. Así pues, nosotros, ¿cómo podemos vivir esperanzados y dando esperanza a los nuestros? Quizás para ello tengamos que aprender de Jesús.

Iban dos discípulos, apesadumbrados y desesperanzados, huyendo de Jerusalén por el camino de Emaús; y Jesús Resucitado en persona se puso a caminar con ellos. Cuando se separó de estos dos discípulos su espíritu había cambiado; estaban llenos de esperanza y querían compartirla con los otros. ¿Qué les había ocurrido? ¿Cómo pudo Jesús cambiar tan radicalmente su manera de afrontar la vida y las dificultades?

Lo primero que hizo fue acompañarlos, preguntarles, escucharlos. Lo segundo recriminarles su torpeza: ya tenían que saber que la cruz iba a llegar; ya teníamos que saber que nuestro poder de controlar las fuerzas de la naturaleza es muy limitado, y que viviendo sin responsabilidad y eligiendo a gobernantes irresponsables, los problemas se agravan y se enquistan; también teníamos que saber que la vida, y la vida de cada persona es algo precioso, a cuidar, a valorar y a disfrutar siempre…

Pero se lo iba diciendo de una manera que en vez de entristecerlos o de llenarlos de culpa o de rabia, les iba despertando la esperanza de  poder rectificar y de vivir con la serenidad y la responsabilidad, con la cercanía y el afecto que antes les había faltado. Y cuando compartió con ellos el pan de vida, aquellos discípulos volvieron a Jerusalén testimoniando su resurrección, que la esperanza, incluso en dificultad, es necesaria.

martes, 14 de abril de 2020

Signos de resurrección


Evangelio del 19 de abril del 2020
Muchos otros signos (Juan 20, 19-31)

La primera frase del evangelio de San Marcos dice: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Hijo de Dios”. Y algunos biblistas apuntan que no es la primera frase sino el título de todo el relato evangélico, porque la vida, la predicación y los signos de Jesús durante su vida pública fueron solo el comienzo de su Evangelio. Jesús continúa hablando, ahora al corazón de las personas, y continúa realizando signos de liberación y misericordia, ahora de una manera distinta, desde la fe y el compromiso de sus seguidores. Algo así podemos ver también en el evangelio del próximo domingo, que es de san Juan: “muchos otros signos realizó el Señor a la vista de sus discípulos”; y muchos signos sigue realizando el Señor en nuestra vida.

Pero nos puede pasar como al apóstol Tomás, que tan traspasado se sintió por el sufrimiento y la cruz del Señor, que dejó de esperar en Él y se alejó del grupo de los creyentes, y no estuvo en la experiencia de la vida plena que Jesús les comunicó cuando partían el pan, el primer día de la semana. Nos puede pasar también a nosotros que hayamos dejado de esperar la novedad del Señor y su Vida pase a nuestro lado sin que nos ilumine.

Cristo viene a nuestra vida en las llagas de la humanidad herida. ¡Tantas heridas psíquicas, económicas y sociales tenemos unos y otros! Cristo viene, paradójicamente a la vez, entregándonos su paz: “La paz con vosotros”; y enviándonos a su misma misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La luz de su resurrección nos llena de paz, nos hace acoger nuestras heridas y la de los hermanos con misericordia, y nos hace descubrir cómo vivir siendo amigos y discípulos suyos. Esta es su vida nueva.

lunes, 6 de abril de 2020

Tiempo de Sábado Santo



Evangelio del 12 de abril del 2020
Tiempo de Sábado Santo (Juan 20, 1-9)


Eran tiempos revueltos, los romanos no tenían grandes problemas en crucificar a otros cuantos más o en hacer alguna pira humana. Los apóstoles y el resto de los discípulos de Jesús estaban asustados, y con razón. Las mujeres tenían más tolerancia de movimientos. Pero cuando María de Magdala les contó que el sepulcro estaba vacío, Pedro y Juan no dudaron en ir corriendo a verlo con sus propios ojos. Era cierto, la tumba estaba vacía, pero a él no lo vieron. Era tiempo de espera.

Como el nuestro, tiempo de enclaustramiento por el temor y la prudencia; tiempo, también, de esperanza. Del Viernes Santo a la Vigilia de Resurrección los creyentes vivimos un tiempo especial de silencio sereno, de espera esperanzada, de acoger las heridas del Señor. Nos dice el Credo de los Apóstoles que Cristo bajó a los infiernos para rescatar de su oscuridad y de la ausencia de la visión de Dios a nuestro primer padre Adán, y con él a toda la humanidad. No sólo a la humanidad empecatada, sino a todos los justos, como el propio José, su padre, o a los profetas.

Muchos dicen que habrá un antes y un después de este periodo de confinamiento; que este tiempo a todos nos hará pensar… Permítanme ser un poco escéptico. Si agotamos este tiempo encadenados al whatsapp y a un sinfín de series, ¿qué cambio podemos esperar? Baja a tus infiernos,  aprovecha este tiempo para cambiar la manera que tienes de relacionarte con tu pareja, con tus hijos, con los tuyos; baja a tus infiernos, combate tus demonios, rescata lo mejor que hay en tu corazón.

Allí te espera la alegría de Abraham, de José de Nazaret, de Isaías y Jeremías al ver sus mayores esperanzas cumplidas en Jesucristo Resucitado.