lunes, 31 de mayo de 2021

Haznos buen pan

Evangelio del Domingo 6 de junio de 2021

Haznos buen pan (Marcos 14,12-26)

“Hacernos buen pan” es la llamada que, cada vez que tomamos la comunión en la eucaristía, se imprime en nuestro espíritu. Jesús hizo sacramento de su vida entregada, para que nosotros, llenos de su presencia y de su Espíritu, podamos vivir como pan bueno para todos.

Pan bueno como los voluntarios de Cáritas que se ofrecen a los inmigrantes que necesitan ayuda cuando llegan sin respaldo ninguno; o que facilitan a los mayores los trámites por internet con las administraciones públicas, que se ha convertido en otra barrera que aísla a los más pobres.

Pan bueno como las personas de tantas parroquias que buscan la manera de paliar la pobreza alimenticia y afectiva de tantas familias como nos llegan cada semana.

Pan bueno como los jóvenes cristianos que entregando su energía, su creatividad y su tiempo a los niños más desfavorecidos para que tengan la oportunidad de crecer hacia el bien, cuando tanto mal les rodea.

Pan bueno como los miembros de asociaciones vecinales, sociales y políticas que, con mareos de cabeza y sin ánimo de lucro, buscan un mundo más justo, donde crezca el bien común.

Pan bueno como los religiosos y religiosas que, aquí cerca de nosotros o en países lejanos, están siempre al lado de los más pobres para mostrarles su amistad y el rostro misericordioso del Padre.

“Haznos buen pan, Señor, en cada eucaristía en la que comulguemos tu Cuerpo, siempre inmerecidamente; y en cada oración en silencio de comunión que hagamos ante el sagrario”.

jueves, 27 de mayo de 2021

Levanta tu mirada

 

Evangelio del Domingo 30 de mayo de 2021

Levanta los ojos del suelo (Mateo 28, 16-20)


 De tanto andar mirando a la tierra, sin levantar los ojos, al menos hacia el horizonte, no hemos hecho sino dar vueltas en el mismo sitio.

Andamos preocupados por lo de cada día, preocupados por el trabajo, preocupados por la salud, preocupados por los hijos, preocupados por cómo divertirnos, preocupados por si vamos o no podemos ir de vacaciones… Y de tanto mirar “de tejas abajo” hemos perdido el norte. Tenemos que levantar la mirada.

Tenemos que levantar la mirada y contemplar al hermano que vive con las mismas preocupaciones que nosotros y con los que estamos llamados a hacer de este mundo un hogar para todos. Tenemos que levantar la mirada y redescubrir los valores que nos han hecho seres con dignidad personal: la gratuidad, la entrega, la justicia, la sonrisa, la acogida. Tenemos que levantar la mirada y dejar que los colores matizados del amanecer y el brillo del medio día inunden nuestros ojos. Tenemos que levantar nuestra mirada a Dios, donde encontramos lo que nos trasciende en nuestro interior, que nos lleva más allá de lo que somos en lo más cotidiano de lo que hacemos.

Mirar a Dios es mirar al hermano que sufre, que está en su corazón. Mirar a Dios es mirarnos, a nosotros mismos, con sus ojos. Mirar a Dios es contemplar un amor que todo lo inunda, que a todo da sentido, que todo lo trasciende y que llena nuestra vida de alegría. La vocación de la persona es al canto, a la glorificación. Glorifiquemos a Dios Padre, fuente de misericordia y compasión; glorifiquemos a su Hijo, Jesucristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza; glorifiquemos al Espíritu, creatividad infinita de Dios en la naturaleza, que hace brotar en nosotros los sentimientos que nos llenan de dignidad.

martes, 18 de mayo de 2021

Espíritu en familia

 

Evangelio del Domingo 23 de mayo de 2021

Espíritu en familia (Hechos 2, 1-11)

 


Un día me sorprendí al caer en la cuenta que en el libro de los Hechos de los Apóstoles no hay un solo Pentecostés, no hay una sola venida del Espíritu a la comunidad cristiana; al contrario, en varias ocasiones la comunidad cristiana se ve sorprendida por la irrupción del Espíritu de Jesucristo: cuando Pedro y Juan cuentan cómo han sufrido maltrato y vejación por el nombre de Jesús (Hch 4,31), cuando Pedro se hace consciente de que la fe cristiana es para toda persona, independientemente de su cultura o nacionalidad (Hch 10,44) y cuando Pablo impone las manos a un grupo de doce nuevos cristianos (Hch. 19,7). Pero el primer Pentecostés, el que supone la constitución de la Iglesia, además de ser la primera venida del Espíritu y la fundación de toda la misión, es, además, un pentecostés familiar: con la Madre en medio de todos los hermanos, porque María perseveraba con los apóstoles a la espera del Espíritu.

La fe se transmite en familia, como todos los valores importantes y que configuran nuestra vida. Pero estos tiempos en los que el consumismo y la vorágine de las redes sociales parecen ocupar hasta el último rincón de nuestros pensamientos y nuestra intimidad, es más necesaria que nunca la mediación de la familia para que los niños y los jóvenes puedan participar de la inmensa riqueza de la amistad íntima con Jesucristo.

Las familias cristianas han de ser carismáticas, es decir, abiertas a que cada persona encuentre el camino que Dios tiene para ella, por el que hará el bien y vivirá en plenitud. El Espíritu no se impone, se pide que venga a nuestro corazón y al de los nuestros y nos llene de novedad y alegría. Cuando recéis en familia, pedid siempre que el Espíritu os enseñe los modos y el camino, y que os llene con su amor.

lunes, 10 de mayo de 2021

¿Se desentiende Dios del mundo?

 

Evangelio del Domingo 16 de mayo de 2021

¿Se desentiende Dios del mundo? (Marcos 16, 15-20)


Celebramos este domingo próximo el día de la Ascensión del Señor. Los discípulos, después de experimentar la presencia cercana e íntima de Jesús resucitado, ven cómo se separa de ellos y va a la derecha del Padre. Esta separación produjo un vacío que les hizo orar para que Jesús les enviara su Espíritu.

Tenían la certeza de que el Señor no había ascendido al cielo para desentenderse de las inquietudes y los problemas de los pobres; sino para enviarnos su Espíritu, con el que nos va a acompañar siempre en nuestro caminar por esta vida, al encuentro definitivo con el Padre. Dios no se desentiende nunca de nuestros problemas e inquietudes. Al contrario, nos envió a su Hijo, y nos envía su Espíritu para acompañarnos siempre.

Algunas veces, ante las enfermedades o dificultades grandes, nuestra fe se tambalea, y podemos tener esa sensación. Pero es una idea falsa. Dios aceptó la cruz para estar cerca de todos los que sufren, sean cuales sean sus sufrimientos. Y envía su Espíritu a la comunidad de los creyentes para que sintamos su cercanía y su fuerza, y tengamos la fortaleza necesaria para estar cerca de cada persona en la búsqueda de su propia dignidad.

Dios tiene muchas maneras de estar a nuestro lado en nuestras dificultades. Hay momentos en los que, sin que lo esperáramos en absoluto, esas dificultades se resuelven y se solucionan, casi milagrosamente; otras, se hace cercano en nuestra oración, dándonos las fuerzas y la esperanza necesarias para seguir adelante; otras veces pone en nuestro camino a quien nos ayuda y nos echa una mano solidaria y fraterna.

Jesús nunca se desentiende de nosotros; nunca. Su cercanía nos permite vivir toda circunstancia sabiéndonos amados y creciendo en humanidad.

lunes, 3 de mayo de 2021

Unidad de vida

 Evangelio del Domingo 09 de mayo de 2021

Unidad de vida (Juan 15, 9-17)

El amor, la alegría, la rectitud de vida, el servicio de entrega a los otros, la libertad, el sabernos elegidos para una misión única… todo viene a nosotros desde la amistad con Jesucristo. Él ya nos llama siervos, a nosotros nos llama amigos; y de esa amistad profunda brota la vida verdadera de nuestra alma.

Podemos vivir la rectitud moral en nuestra vida por decisión propia, por nuestra propia voluntad; pero poco a poco las contradicciones de la vida y la insatisfacción de afrontar con sensación de soledad nuestra existencia van mermando nuestra alegría y sentimos que estamos perdiendo nuestra libertad, nos amargamos y nos volvemos duros, comenzamos a juzgar a condenar a los otros y, en vez de ser motivo de esperanza para los demás comienzan a rehuirnos y a temernos. Sin alegría íntima la rectitud nos amarga.

Podemos iniciar el camino del amor a quien nos ama, del amor solidario a quien nos necesita. En el comienzo todo son buenas intenciones, pero pronto los demás –como nosotros mismos- se nos muestran inconstantes, no merecedores de nuestros desvelos. El amor se hace desconfiado, receloso, posesivo, y deja de ser amor. Sin recibir un amor constante e incondicionado no podemos vivir amando de verdad.

Alegría en el amor, esperanza en el servicio, libertad íntima en la entrega…, todo procede de la amistad con Jesucristo. De una amistad no meramente sentimentalista y emotiva, sino de una amistad que quiere conocerlo cada día más, que busca estar donde Él está, que busca vivir como Él vivió. Conocer personal e íntimamente a Jesucristo, desde el Evangelio y desde la vida, lo es todo. El conocimiento de amistad del Señor te hace vivir agradecido, esperanzado, entregado y con buen humor.