Evangelio del Domingo
El vicio de condescender (Marcos 9,38-48)
La condescendencia puede ser también un
vicio, porque impide el crecimiento y el desarrollo pleno de las personas y las
comunidades.
Con los niños lo tenemos más claro;
criar a un niño con excesivos caprichos puede perjudicarlo mucho; un niño
mimado siempre es infeliz, siempre está insatisfecho, ningún reto que exija
esfuerzo quiere afrontar; y, así, permanece siempre en la dependencia y en la
inmadurez. Pero algunas veces somos condescendientes con quienes queremos, o
queremos que los demás sean condescendientes con nosotros mismos.
Necesitamos que nos acojan con cariño,
que nos quieran incondicionalmente, pero también necesitamos que nos digan que
no somos perfectos, en qué tenemos que avanzar y crecer. “El que no avanza,
retrocede” que dice el refrán castellano. Jesús, por su parte, nunca fue condescendiente
con sus discípulos. Acogió a todos, a todos quiso con amor entrañable; pero de
todos esperaba que amaran y se entregaran con todo el corazón. “Si tu mano te
hace caer córtatela”.
El egoísmo, la avaricia, la pereza, la
idolatría del dinero: córtatela y tírala, que solo Dios sea tu Señor.
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