Evangelio del Domingo
Palabra de vida
Después de la muerte de Jesús, sus discípulos se hundieron en la más terrible oscuridad. Habían perdido un amigo; las esperanzas para la libertad de su pueblo se esfumaban; y eran conscientes de que habían visto morir agónicamente al mejor de los hombres que podía dar la historia.
Con esa experiencia tan dura, dos de ellos, uno llamado Cleofás y otro, del que no se dice el nombre, conversaban y discutían caminando. Hablaban sobre las promesas de la Primera Alianza, sobre Moisés y los Profetas, y sus anuncios de salvación. Al principio no se dieron cuenta, pero en esa lectura de la Biblia Jesús en persona se hizo presente en ellos, y les fue mostrando el sentido y la esperanza que había en su vida; les recriminó su cerrazón de corazón y los afianzó en la verdad de haber seguido a Jesucristo. Su corazón ardía al ver cómo la Escritura iluminaba sus vidas, su oscuridad.
Los creyentes tenemos que hacer lo mismo: la Biblia ha de ser nuestro libro de oración. Leer una palabra y encontrar en ella la palabra de esperanza que Dios tiene para nosotros; ir a la Palabra con nuestra vida y descubrir cómo nos desvela un sentido profundo y lleno de amor, en lo que a nosotros nos llenaba de zozobra o nos pasaba desapercibido. Qué importante es tener la Biblia como libro de oración.
Cleofás y el otro (aquí puedes poner tu nombre) acogieron la verdad plena de lo que escucharon al partir el pan, y reconocer a su Maestro vivo y fuente de vida.
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