Evangelio del domingo 21 de septiembre
del 2019
El Casino del hambre (Lucas 16,1-13)
Vivimos en un mundo en el que la
actividad económica no se rige por la lógica de las necesidades de las
personas, sino por la lógica de la especulación. El artífice de la economía no
es el productor, ni el consumidor, sino el que especula con los productos. El
peso de la economía no está ya en el mercado de abastos, o la tienda de
ordenadores donde compras; el peso de la economía está en el mercado bursátil,
donde se llega a especular hasta con las cosechas destinadas a la población de
muchos países. Se negocia con el hambre de los pobres. Este mercado bursátil es
como un juego de apuestas, en el que si compras el valor que se encarece ganas
mucho dinero… Si lo que se encarece es el precio del trigo, ganas dinero tú con
el hambre de otros.
La complejidad del mundo que vivimos
sólo es aparente, porque las preguntas decisivas siguen siendo las mismas: ¿tienen
las personas posibilidades de una alimentación y un entorno sano, y una
vivienda digna?, ¿tienen los jóvenes acceso a su desarrollo personal y a un
trabajo que les permita crear su propia familia?, ¿tienen las personas más
débiles o desprotegidas acceso a la salud y a ayudas sociales adecuadas?
Vivimos en un mundo que tiene
capacidad de producción de los bienes de consumo para satisfacer las
necesidades de la población mundial. Que haya cientos de millones de personas
viviendo en pobreza extrema y con hambre nos revela la profunda injusticia que
lo está corroyendo. Cada uno tiene que decidir si pone su energía, su
creatividad y su tiempo del lado del dinero asesino o del Dios de la vida. No
podrás servir a Dios y al dinero; piensa qué estás haciendo en realidad.
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