Evangelio del domingo 17 de noviembre
del 2019
El pobre no nace, se hace (Lucas 21,5-19)
El misterio de ser persona se
esclarece desde la lógica del don. Todos recibimos la vida, la nuestra y la de
nuestros hijos, como un don. Por eso, el acto de acumular, de acaparar, de
arrebatar al débil y al indefenso sus medios de vida es el acto más
terriblemente inhumano. Todos nacimos desnudos y tiritando, con necesidad de
cuidados y de protección. Y eso hace más incomprensible la actitud de quien se
aprovecha de la fragilidad del otro para explotarlo y expoliarlo.
No se nace pobre, te hace pobre quien
aprovechándose de tu fragilidad te da un salario de miseria con un contrato
basura. No se nace pobre; te hace pobre quien te sube el precio del piso (o de
la habitación) hasta que tienes que elegir entre comer o tener un techo donde
cobijarte. No naciste pobre, te hicieron pobre al hacinar a tus padres en un
barrio suburbial y sin servicios con todas las familias que por sus carencias
estorbaban en los barrios ricos. No naciste pobre, las riquezas de tu país fueron
expropiadas por corporaciones financieras que sólo buscaron su enriquecimiento.
No se nace pobre, la codicia de personas inhumanas empujan a la indigencia a
tantas familias como vemos sufrir por el desorden egoísta de nuestro mundo.
Cada vez que rezamos “venga a
nosotros tu Reino” estamos pidiendo que este desorden, que provoca el
sufrimiento y la muerte de tantos, acabe. Aquel día, hasta los Templos dedicados a Dios,
recubiertos de dorados y con valiosas imágenes, en que los pobres no sean
acogidos y confortados acabarán destruidos, sin que quede piedra sobre piedra. Dios,
por su misericordia, ha unido su suerte y la nuestra a la suerte de los pobres.
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