Evangelio del 15 de marzo del 2020
La sed que nos guía (Juan 4,
5-42)
Me dices, Rudy, que por qué sonrío cuando me dices
que mientras más quieres avanzar en la fe en el Señor tantas más dudas tienes y
tantos más pecados e incoherencias ves en tu vida.
Mira, aunque te parezca mentira ese es el buen
camino. Mientras que vivimos la fe como algo dado por supuesto, dejándonos llevar por nuestra educación, ni nos
planteamos dudas, ni estamos abiertos a la voz del Señor en nuestra conciencia.
Pero cuando decidimos buscar a Dios en nuestra vida comienzan las preguntas, y
descubrimos cuánto dista nuestra vida de lo que el Señor espera de nosotros.
Así que vas por el buen camino.
Cada pregunta que te haces: la moral de la Iglesia,
los pecados de su historia, las preguntas sobre la fe y la ciencia…, tienen una
respuesta, confía en quienes hemos recorrido ese camino antes. Acercarse al
Señor es acercarse a la luz, y la luz pone de manifiesto nuestras sobras:
nuestra actitud infantil y egocéntrica, nuestra falta de empatía con los demás,
incluso con los que más queremos, el creernos el centro del mundo por encima
hasta de Dios… Sin que las heridas vean la luz, no sanan.
Pero lo más importante es que descubras la sed que
tienes de amar y ser amado, y que esa sed sólo en Cristo podrás saciarla. Sin
el Señor todo el amor que vives será como agua turbia y salobre que deja la
boca áspera. Amar a tus padres y hermanos en Cristo, amar a tus amigos y a tu
novia en Cristo, amar a los que sufren en Cristo, es el camino a recorrer. Y
para ello dejarte amar por Cristo íntima, personalmente. Saber y experimentar
que Cristo está siempre en ti para entregarte su vida y su perdón será el agua clara
para la sed de vida que sientes en ti.
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