miércoles, 30 de diciembre de 2020

Palabra de hombre (y de mujer)

 

Evangelio del domingo 3 de enero de 2021

Palabra de hombre (y de mujer) (Juan 1,1-18)

La palabra nos hace personas. Por la palabra descubrimos el sentido de nuestra vida y expresamos quiénes somos. La palabra dada y cumplida nos hace personas cabales y fiables. Pero nuestra palabra no es solamente lo que expresamos con el lenguaje; nuestros gestos, nuestras actitudes, lo que hacemos y cómo lo hacemos, habla de nosotros, habla por nosotros. Un mundo sordo-mudo, sin poemas, sin canciones, sin declaraciones de amor, sin nanas que acunan, sin ideas que buscan cambiar la historia… no sería un mundo humano.

Cuando Dios nos quiso enviar su Palabra no pronunció un discurso; nos envió a personas concretas, los profetas, para que, viviendo nuestra historia, con sus gestos, con sus actitudes y, también, con sus palabras, nos mostraran poco a poco qué sentido le había regalado Dios a nuestra vida cuando nos creó. Llegada la historia a su plenitud, Dios quiso entregarnos por completo ese sentido de nuestra vida; y nos sorprendió a todos haciéndose Él mismo hombre, encarnándose en una persona como nosotros, que vivió y sufrió como nosotros, entregándonos su mismo amor, el amor de Dios.

Quien ama, es bueno y feliz; quien ama profundamente es profundamente bueno y feliz. Y cuando Dios se encarnó en Jesucristo así lo fue, y vivió amando hasta la entrega de su vida; por eso, generó un dinamismo tan grande de amor, de bondad y felicidad, que quien lo conocía, y lo conoce hoy, experimenta alegría en lo cotidiano, consuelo en sus sufrimientos y una constante inquietud por estar al servicio del más débil.

Amarnos en el amor de Jesucristo, esa es la Palabra que Dios ha pronunciado y pronuncia para ti, ese es el sentido verdadero de la vida humana.  

lunes, 21 de diciembre de 2020

Corazón de padre

 

Evangelio del domingo 27 de diciembre de 2020

Corazón de padre. (Lucas 2,22-40)

El 8 de diciembre, el Papa Francisco nos ha dirigido una carta en la que nos anima a poner nuestra vida, en este año que va a comenzar, bajo su ejemplo y protección. La carta se llama “Corazón de padre”. En tiempos tan duros y difíciles como los que hemos pasado, y tendrán que venir, es bueno contar con la cercanía de la figura fuerte y entrañable del padre.

Cuidando en silencio, siempre en la sombra, como tantas personas en este tiempo de pandemia han estado cuidando y protegiendo la vida. Atento a los peligros que puedan acechar al Niño, San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación.

Hombre que tuvo que renunciar a sus planes de crear su propia familia para acoger la familia que Dios le había encomendado. El también se enfrentó con su propia debilidad y el Padre se la hizo ver con ternura. El maligno aprovecha nuestra debilidad para acusarnos y condenarnos, pero el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. La ternura del padre nos afianza en la vida.

José fue padre en la acogida, incluso cuando podía sospechar lo peor; en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María.

Ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para acoger, y se reconcilia con su propia historia.

Os invito a leer esta preciosa carta como regalo de navidad del propio Papa Francisco.

lunes, 14 de diciembre de 2020

La Palabra de las palabras

 

Evangelio del domingo 20 de diciembre de 2020

La Palabra de las palabras. (Lucas 1,26-38)

 

La Palabra de las palabras se hizo carne en el vientre purísimo de María de Nazaret. En la serenidad sonora de una aldea pequeña, en medio de los sonidos de los gallos y las ovejas, de los golpeteos de quien trabajaba, de los cantos de alguna aldeana, de los pasos lentos de algún mulo. La Palabra de las palabras se hizo carne mortal y pecadora para poner vida y virtud en el seno de cada persona.

Están las palabras que señalan el camino de nuestra vida: ternura, comunión, dignidad, justicia… Pero a todas ellas le da sentido una Palabra indecible, impronunciable, que lleva nuestro lenguaje más allá de sí mismo. Decimos: “el Verbo de Dios”, y queremos decir Sentido primero y último de nuestra vida; decimos: “Encarnación”, y queremos decir que los anhelos y dolores de la humanidad se trascienden más allá de este espacio y este tiempo; decimos que Dios se hace hombre y nos perdemos, porque todos nuestros conceptos se funden ante el calor y la luz de la Misericordia.

“El Verbo se hizo carne”, dice la Escritura y repetimos en nuestras oraciones; y casi nunca somos conscientes del imponente misterio que acabamos de pronunciar. Un misterio que rompe todas nuestras ideas de Dios y del hombre, de lo humano y lo trascendente; un misterio que nos fuerza a entenderlo ya todo desde la fecundidad del amor de entrega.

“El Verbo se hizo carne”, deja de pensar en ti mismo y en tus cortos planes y proyectos. “El Verbo se hizo carne” para que en tu carne y en la piel de los demás lo encuentres y lo adores. “El Verbo se hizo carne”, y todo en nosotros, carne de pecado, queda en silencio orante.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Grandes palabras, personas humildes

 

Evangelio del domingo 13 de diciembre de 2020

Grandes palabras, personas humildes. (Juan 1,6-28)


Nadie que viera a Juan el Bautista podría intuir los frutos de su vida y su predicación. Vestido con piel de camello y viviendo una vida absolutamente austera en el desierto cercano a Jerusalén; con una predicación apocalíptica que parecía hecha para asustar más que para levantar los ánimos… Y, sin embargo, quien lo escuchaba, y se dejaba purificar en el agua fértil del Jordán, daba frutos de conversión y de alegría. Los judíos que lo escuchaban en el desierto volvían a su ciudad con deseos sinceros de vivir conforme al bien y a la espera de la inminente llegada de quien trajera la salvación.

Una persona humilde, cuyas grandes palabras cobraban un sentido de autenticidad por ser él quien las pronunciaba: conversión, hipocresía, honradez, generosidad, salvación.

Ojalá nuestras parroquias y nuestros barrios estén llenos de personas humildes, de compromiso constante con la bondad y la verdad, que sean capaces de abrirse a un sentido profundo en lo concreto de la vida. Palabras como “barrio unido”, “parroquia misionera”, “solidaridad con el pobre”, “trabajo justo y decente”, “vida honrada”, dejan de ser utopías cuando las pronuncia un vecino que las vive desde su pobreza y sencillez.

Sin saber cómo ni porqué, desde el testimonio de su pequeñez que mira al cielo, las personas comienzan a vivir sabiéndose amadas y con ganas de amar; comienzan a experimentar un consuelo más grande que la pequeña ayuda que han recibido; una alegría que sólo tiene su explicación en que procede de lo alto. Vuestro testimonio sencillo y humilde por el que os entregáis generosa y sinceramente abre este mundo a la cercanía de Dios, a la Buena Noticia del Dios-con-nosotros, la buena noticia del Enmanuel.