Evangelio del domingo 20 de diciembre
de 2020
La Palabra de las palabras. (Lucas 1,26-38)
La Palabra de las
palabras se hizo carne en el vientre purísimo de María de Nazaret. En la
serenidad sonora de una aldea pequeña, en medio de los sonidos de los gallos y
las ovejas, de los golpeteos de quien trabajaba, de los cantos de alguna
aldeana, de los pasos lentos de algún mulo. La Palabra de las palabras se hizo
carne mortal y pecadora para poner vida y virtud en el seno de cada persona.
Están las palabras que
señalan el camino de nuestra vida: ternura, comunión, dignidad, justicia… Pero
a todas ellas le da sentido una Palabra indecible, impronunciable, que lleva nuestro
lenguaje más allá de sí mismo. Decimos: “el Verbo de Dios”, y queremos decir Sentido
primero y último de nuestra vida; decimos: “Encarnación”, y queremos decir que los
anhelos y dolores de la humanidad se trascienden más allá de este espacio y
este tiempo; decimos que Dios se hace hombre y nos perdemos, porque todos
nuestros conceptos se funden ante el calor y la luz de la Misericordia.
“El Verbo se hizo
carne”, dice la Escritura y repetimos en nuestras oraciones; y casi nunca somos
conscientes del imponente misterio que acabamos de pronunciar. Un misterio que
rompe todas nuestras ideas de Dios y del hombre, de lo humano y lo trascendente;
un misterio que nos fuerza a entenderlo ya todo desde la fecundidad del amor de
entrega.
“El Verbo se hizo
carne”, deja de pensar en ti mismo y en tus cortos planes y proyectos. “El Verbo
se hizo carne” para que en tu carne y en la piel de los demás lo encuentres y
lo adores. “El Verbo se hizo carne”, y todo en nosotros, carne de pecado, queda
en silencio orante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario