Evangelio del domingo 13 de diciembre
de 2020
Grandes palabras, personas humildes. (Juan 1,6-28)
Nadie que viera a Juan
el Bautista podría intuir los frutos de su vida y su predicación. Vestido con
piel de camello y viviendo una vida absolutamente austera en el desierto
cercano a Jerusalén; con una predicación apocalíptica que parecía hecha para asustar
más que para levantar los ánimos… Y, sin embargo, quien lo escuchaba, y se
dejaba purificar en el agua fértil del Jordán, daba frutos de conversión y de
alegría. Los judíos que lo escuchaban en el desierto volvían a su ciudad con
deseos sinceros de vivir conforme al bien y a la espera de la inminente llegada
de quien trajera la salvación.
Una persona humilde,
cuyas grandes palabras cobraban un sentido de autenticidad por ser él quien las
pronunciaba: conversión, hipocresía, honradez, generosidad, salvación.
Ojalá nuestras
parroquias y nuestros barrios estén llenos de personas humildes, de compromiso
constante con la bondad y la verdad, que sean capaces de abrirse a un sentido
profundo en lo concreto de la vida. Palabras como “barrio unido”, “parroquia
misionera”, “solidaridad con el pobre”, “trabajo justo y decente”, “vida
honrada”, dejan de ser utopías cuando las pronuncia un vecino que las vive
desde su pobreza y sencillez.
Sin saber cómo ni
porqué, desde el testimonio de su pequeñez que mira al cielo, las personas
comienzan a vivir sabiéndose amadas y con ganas de amar; comienzan a
experimentar un consuelo más grande que la pequeña ayuda que han recibido; una
alegría que sólo tiene su explicación en que procede de lo alto. Vuestro
testimonio sencillo y humilde por el que os entregáis generosa y sinceramente
abre este mundo a la cercanía de Dios, a la Buena Noticia del
Dios-con-nosotros, la buena noticia del Enmanuel.
Fabulosa reflexión que Dios te bendiga
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