lunes, 26 de abril de 2021

Savia de Jesucristo

 

Evangelio del domingo 02 de mayo de 2021

Savia de Jesucristo (Juan 15, 1-8)

La sangre de Jesucristo, cuando cayó en la tierra desde el altar de la Cruz, sembró de gracia toda la humanidad.  De su entrega, en el impulso del Espíritu, siguen surgiendo iniciativas de misericordia y solidaridad, de acogida y de fraternidad en todos los lugares del mundo. Fecunda fue aquella entrega; tan fecunda que está arrancando el pecado de nuestra historia y va haciendo historia de salvación.

Una historia de salvación que se realiza en el corazón de cada uno de nosotros, en amistad profunda con Jesucristo: “ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos”; y que se realiza en gestos proféticos que transforman la historia: “lo tenían todo en común y ninguno de ellos pasaba necesidad”. La savia de Jesucristo, la gracia que la fe nos permite acoger, va dando fruto de una humanidad que vive con el alma abierta a la vida nueva que el Padre quiere regalarnos.

Esos frutos maduran dentro de la Iglesia, en diversos grupos e iniciativas; pero también maduran en movimientos sociales que buscan la dignidad de cada uno y la fraternidad entre todos. El papa Francisco lleva tiempo alentando a que los movimientos sociales trabajen por la Tierra, el Trabajo y el Techo, las tres “T” en las que resume las condiciones de vida digna de todo ser humano.

Cada vez que se consigue que una familia tenga un techo que pueda ser un hogar, cada vez que se consigue que un joven acceda a un trabajo en condiciones decentes, cada vez que se consigue que la tierra se respete, se cuide y sirva para sustento de todos, la savia de Cristo corre por las venas de nuestra humanidad. El cristiano tiene los ojos fijos en lo alto, en la bondad del Padre, pero tiene sus brazos siempre dispuestos a abrazar a los hermanos que sufren.

lunes, 19 de abril de 2021

El signo de los consagrados

 

Evangelio del Domingo 25 de abril de 2021

El signo de los consagrados (Juan 10, 11-18)

Uno de los signos más elocuentes que da la Iglesia de la resurrección de Jesucristo es la vida de los que se consagran al Reino de Dios y a proclamar el Evangelio. La fe en Jesús comenzó así; unos pocos hombres y mujeres dejaron su vida cotidiana y se dedicaron en cuerpo y alma, a tiempo y corazón completo, a anunciar la resurrección de Cristo, a testimoniar con su vida la Vida Nueva del Señor. Primeros fueron los apóstoles, después vinieron los diáconos, después misioneros itinerantes a los que acompañaban mujeres que los ayudaban. Que una mujer o un hombre joven dejen a un lado sus perspectivas laborales y de formar pareja y su propia familia indica que hay una fuerza grande, una fuerza muy grande que los enamora y los hace vivir consagrados al Señor, siendo testigos de su vida nueva para el mundo.

Los consagrados, sacerdotes o religiosas, tenemos el peligro de ir acomodándonos en nuestra vida, de abandonar el primer amor con que Cristo nos llamó, y vivir de manera mediocre nuestra vocación; malhumorados, aburridos, aburguesados… Dios nos libre de caer en el pecado de la tibieza, que quita toda fuerza evangelizadora a nuestras vidas y deja nuestro corazón helado.

Los consagrados estamos llamados a ser en la Iglesia imagen del buen pastor, pacientes y comprensivos, buscando el mejor camino para las personas y la comunidad a las que servimos; arrojados y valientes para combatir las amenazas y los peligros que vienen a la fe desde fuera y desde dentro; cuidando con especial esmero a los más pobres y a los que más sufren.

Sigue llamando, Señor, a hombres y mujeres jóvenes que sean signos de que estás vivo y atento a nosotros, cuidándonos como buen pastor de tu pueblo.

martes, 13 de abril de 2021

Signos de resurrección

 

Evangelio del Domingo 18 de abril de 2021

Signos de resurrección (Lucas 24, 35-48)

La resurrección de Jesús de Nazaret no es solo una verdad de fe, es la verdad que da sentido a toda la fe cristiana. Jesús resucitado es fuente de vida para todo el que cree en él. Si Cristo no hubiera resucitado, no sería verdad que el amor es más fuerte que el odio; no habría esperanza para que tanta injusticia sufrida por los más pobres se viera un día resarcida. Muchos nombres se nos vienen a la cabeza, que encomendamos a Cristo Resucitado.

De esta verdad fontal de nuestra fe, como no puede ser de otra manera, no hay evidencias. La resurrección ha de ser creída; nuestro corazón ha de abrirse en confianza creyente a la bondad y al poder de Dios. Pero si no hay evidencias, sí hay signos de resurrección.

Uno de ellos es la paz y la alegría que los creyentes vivimos de manera cotidiana y en momentos difíciles. “Se nota que cree usted en Dios. Los que tienen fe viven con más alegría”, me dijo para mi sorpresa, no hace muchos años en el extranjero, una profesora mayor. “Paz a vosotros”, son las primeras palabras que dice el Resucitado mostrando sus llagas.

Otro es el dinamismo de generosidad y de necesidad de compartir que viven los creyentes. De la serenidad de la contemplación de Cristo han surgido innumerables iniciativas en favor de los enfermos y los migrantes, de los pobres y los marginados, de los desvalidos y de los que no cuentan para el mundo. Cáritas es una muestra de este dinamismo de resurrección. El tercer signo de resurrección es el impulso misionero que hace que cada creyente se convierte en un apóstol, que sólo encuentra su lugar en el mundo cuando es testigo de la vida que Cristo nos regala.

No lo olvides, tu vida también ha de ser signo de resurrección.

lunes, 5 de abril de 2021

La sorpresa del misterio

 

Evangelio del Domingo de Resurrección 2021

La sorpresa del misterio (Juan 20,19-31)

Sin sorpresa y sin misterio la vida acaba por ser una anodina sucesión de horas y días que se resumen en un “siempre lo mismo, siempre lo mismo”. La mentalidad utilitarista y objetivadora de nuestra cultura tecnológica nos empuja a vivir en la superficie de lo material; y cercena, muchas veces, nuestro encuentro con el misterio y los milagros de la vida, tan cotidianos, tan luminosos.

Las religiones reservaban la palabra “misterio” para acontecimientos únicos, en los que personas privilegiadas se encuentraban cara a cara con el poder sobrecogedor de la divinidad. Pero con Jesucristo todo cambia. El acontecimiento más misterioso e iluminador de la historia es un Niño que nace en un pesebre, un Justo que muere en una cruz, la alegría de la vida fraterna que viene del Hijo de Dios. Con Jesucristo, nos encontramos con el misterio a cada paso en nuestra vida: todo lo verdaderamente humano nos habla de Dios, y solo en Dios comprendemos la medida de nuestra propia humanidad.

La amistad, la familia, el amor de pareja, la armonía con la naturaleza, la lucha por la justicia, la solidaridad con los más pobres…, todo encuentra su verdadera profundidad en Jesucristo. Ninguna llaga de nuestra vida, ni los traumas de nuestra alma, ni las enfermedades de nuestro cuerpo, ni la soledad en la que a veces vivimos nos alejan de Él; al contrario, en Él encuentran sentido y sanación. Toda la alegría que experimentamos en Él se convierte en experiencia de la profundidad del misterio de amor que Dios mismo es.

No dejes de dejarte sorprender por la presencia de Cristo vivo y cercano en tu vida. No dejes de vivir en la sorpresa del Misterio del Amor que se hace cotidiano.