Evangelio del Domingo 18 de abril de
2021
Signos de resurrección (Lucas 24, 35-48)
La resurrección de
Jesús de Nazaret no es solo una verdad de fe, es la verdad que da sentido a
toda la fe cristiana. Jesús resucitado es fuente de vida para todo el que cree
en él. Si Cristo no hubiera resucitado, no sería verdad que el amor es más
fuerte que el odio; no habría esperanza para que tanta injusticia sufrida por
los más pobres se viera un día resarcida. Muchos nombres se nos vienen a la
cabeza, que encomendamos a Cristo Resucitado.
De esta verdad fontal
de nuestra fe, como no puede ser de otra manera, no hay evidencias. La
resurrección ha de ser creída; nuestro corazón ha de abrirse en confianza
creyente a la bondad y al poder de Dios. Pero si no hay evidencias, sí hay
signos de resurrección.
Uno de ellos es la paz
y la alegría que los creyentes vivimos de manera cotidiana y en momentos
difíciles. “Se nota que cree usted en Dios. Los que tienen fe viven con más
alegría”, me dijo para mi sorpresa, no hace muchos años en el extranjero, una
profesora mayor. “Paz a vosotros”, son las primeras palabras que dice el
Resucitado mostrando sus llagas.
Otro es el dinamismo
de generosidad y de necesidad de compartir que viven los creyentes. De la
serenidad de la contemplación de Cristo han surgido innumerables iniciativas en
favor de los enfermos y los migrantes, de los pobres y los marginados, de los
desvalidos y de los que no cuentan para el mundo. Cáritas es una muestra de
este dinamismo de resurrección. El tercer signo de resurrección es el impulso
misionero que hace que cada creyente se convierte en un apóstol, que sólo
encuentra su lugar en el mundo cuando es testigo de la vida que Cristo nos
regala.
No lo olvides, tu vida
también ha de ser signo de resurrección.
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