lunes, 28 de octubre de 2019

Ciencia con paz


Evangelio del domingo 03 de noviembre del 2019

Ciencia con paz (Lucas 19, 1-10)


La segunda exigencia de quien quiere educar a otro es la paciencia; el primero es, indudablemente, querer el bien del otro. “Paciencia” que, por mera asociación de ideas, parece que se compone de paz y de ciencia, y que ciertamente son dos condiciones del buen educador.

El significado de la palabra “ciencia” no siempre ha sido tan restringido como ahora. Hace unas cuantas décadas, en algunos contextos, era sinónimo de sabiduría práctica para realizar una tarea difícil. Ser un buen educador requiere conocer el temperamento de las personas, sus capacidades, qué es lo que les bloquea y qué es lo que les motiva, cuáles son sus intereses y cómo ir abriéndolos a un horizonte más amplio en su existencia. Para educar a las personas se necesita mucha ciencia; y también paz y serenidad –que muchas veces será auto-control--, para esperar el momento oportuno en que intervenir, para corregir en la medida adecuada, para animar sin caer en la condescendencia facilona, para exigir que la persona dé lo mejor de sí mismo.

Los padres y los profesores, los catequistas y los educadores sociales necesitamos mucha de esa paz y de esa ciencia, de esa ciencia con paz. Y es en nuestra vida personal donde podemos ir a aprender una cosa y otra. Sólo tenemos que atender a la paciencia que ha tenido y tiene Dios con nosotros, con nuestros errores y pecados; fijarnos en su manera de motivarnos y de impulsarnos. Dios, amigo de la vida, siempre nos corrige poco a poco para nuestro bien. Jesucristo, reflejo de su ser, fue tan buen educador que de unos aldeanos de Galilea hizo testigos de la misericordia misma de Dios. 

Gracias, Señor, por tu paciencia.

lunes, 21 de octubre de 2019

Derramado en libación


Evangelio del domingo 27 de octubre del 2019

Derramado en libación (Carta a Timoteo 4,6)


Pablo de Tarso, no ha llegado a los 60 años, encarcelado en Roma por su fe en Jesucristo y su tarea de evangelización, con el corazón en paz, sabiendo que había intentado hacer la voluntad de Dios, esperaba el momento de la entrega suprema en paz, con la humildad de quien se sabe sostenido y consolado.

Margaida, 36 años vino con su niño huyendo de un maltratador. Trabaja mañana y tarde, de lunes a domingo; por su hijo; con el tesón de las madres; con la humildad de los pobres; con la alegría de los sencillos. Cuando reza se sabe hija de Dios.

Carmen, 75 años, cada mañana lleva a dos de sus nietos al colegio, después va por ellos hasta que sus padres puedan recogerlos al final de la  tarde. Muchas veces les ha ayudado a pagar la luz y alguna avería del coche. Se siente débil, pero también alegre de poder cuidar la vida que Dios le regaló.

Rafael, 54 años, voluntario de Cáritas. Muchas vidas heridas llegan a la acogida; no siempre se puede ayudar, pero siempre se puede escuchar y dar esperanza. No espera nada a cambio de su entrega. Al rezar, reza por los suyos, pero también pone en manos del Padre tanto sufrimiento como atiende cada semana.

Carlos, 21 años, ha estado años consumiendo drogas, y ha pasado algún paquete. Quiere dejarlo, pero lo han amenazado y, solo en su habitación, ante el Padre expresa su angustia por los errores cometidos. Está decidido, no quiere seguir en la espiral de corrupción y violencia en la que está. Sabe que eso no es vida.

Vidas que se derraman en libación al Padre de la Vida.

lunes, 14 de octubre de 2019

Átame con tu cabello


Evangelio del domingo 20 de octubre del 2019
Atado con un cabello (Lucas 18, 1-8)

“Átame con tu cabello a la esquina de tu cama,
y si el cabello se rompe, haré ver que estoy atada”,

dice una canción actual recogiendo una antigua metáfora popular de la libre entrega de los enamorados que con lazos de amor, aparentemente frágiles, se prometen fidelidad eterna. Esta misma metáfora es usada por San Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual mostrándonos cómo Dios mismo queda preso por un cabello del alma creyente. Ese cabello que apresa al Todopoderoso y que lo ata a nosotros es la oración hecha con fe.

Dios, porque es amor y no quiere otra cosa que amar, queda preso de la oración que con fe se le dirige. Una oración que es remanso de paz cuando nos dejamos envolver por el amor del Padre, pero que es, también, lucha y combate cuando miramos a nuestro egoísmo y al pecado que hace sufrir a los pobres.

La oración que brota de la fe cristiana siente a todas las personas como hijos de Dios, como hermanos; y es, por eso, una oración compasiva, reivindicativa, comprometida con todo el que sufre. El creyente pide al Padre, por el mismo y por los suyos, pero expande su corazón al sufrimiento de todas las personas.

El evangelio de este domingo nos pone como ejemplo de oración la demanda persistente y angustiada de una viuda que pide por el pan  y el futuro de sus hijos. Aun a sabiendas de que el juez era injusto y sin misericordia presenta su demanda con persistencia. Si nuestra oración es así y reclama justicia para nuestros hermanos más pobres será una oración cristiana. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la Tierra?

lunes, 7 de octubre de 2019

Conversando


Evangelio del domingo 13 de octubre del 2019

Conversando (Lucas 1, 11-19)

Cuenta el Evangelio que un día iba Jesús caminando con sus discípulos entre Galilea y Samaría y se encontraron a lo lejos un grupo de leprosos. Jesús los curó. Pasaron muchos años y dos de aquellos leprosos se encontraron frente a la puerta del cielo para  ver si San Pedro los dejaba entrar. En la espera conversaban.

--Después de encontrarme con Jesús mi vida dio un cambio muy grande, incluso de antes de caer enfermo. Cuando me vi sano fui a donde Jesús y lo acompañé muchos días, escuché su enseñanza, me sentí acogido y comprendido por él, fui descubriendo cuán egoísta había, descubrí el amor de Dios en lo sencillo y lo pequeño. Cuando volví a mi casa fui mucho más feliz de lo que hasta que me entró la enfermedad lo había sido.

--Pues a mí no me ha ido mal…, ni bien. Ahora que echo la vista hacia atrás creo que he desperdiciado mi vida en cosas que no tienen mucho peso. Mi mujer es la que ha estado siempre ahí conmigo aguantándome, controlando mis malos genios y mis ganas de buscar pelea con todos… Tú ya me conoces…

Pero peor le fue a Aarón, el muchacho rico que nos acompañaba. Murió a los pocos días de regresar a casa de un atracón en un banquete. Y Matías, ¿te acuerdas?, murió a los pocos años en la cárcel. Su mujer se había liado con otro y cuando llegó  a casa los mató a los dos… De los otros no se mucho, la verdad.

--Ya ves, a mí, Jesús no sólo me curó, también me salvó; ahora espero verlo por aquí que un hombre tan bueno seguro que viene al cielo. Y tú estate tranquilo que Jesús siempre nos decía que Dios es Padre bueno que gusta de perdonar y salvar.

martes, 1 de octubre de 2019

Actitud de fe


Evangelio del domingo 6 de octubre del 2019

Actitud de fe (Lucas 17, 5-10)


Un fuego que refresca en las horas de estío; un viento que impulsa sin saber a dónde nos lleva; un caminar sobre cimiento firme aunque todo vaya cayendo. Fuente de alegría callada, serena, que te hace ser afable y bondadoso. Regalo que se desgrana cada día de tu vida. Tarea que te ocupa y te descansa desde el amanecer hasta el fin del día. Puerta del amor y la esperanza. Vivir seguro sin seguridades; saber ver lo que otros no alcanzan; acallar los deseos confiando en Quien nos llama. Esto es la fe.

“Si tuviéramos fe aunque fuera como un grano de mostaza”, toda nuestra vida cambiaría: afianzados siempre en una atalaya inexpugnable nos podríamos hacer vulnerables a todo dolor ajeno; con mansedumbre y humildad nos enfrentaríamos a los orgullosos que violentan y humillan a los pobres; con lágrimas en los ojos podríamos consolar a quien sufre y se siente desfondado. La fe te da una mirada nueva ante el mundo, una mirada de indignación ante la injusticia, de dolor ante los pobres; una mirada que genera paz y que es semilla de justicia.

Los profetas tuvieron esa fe y se expusieron a la persecución teniendo su corazón puesto en la transparencia de la luz que viene de lo alto; por su fe supieron anunciar un mundo nuevo, la ciudad de Dios. Los sencillos viven alegres en esa misma fe.

¡Cuánta fe nos falta a nosotros, cristianos adormecidos y amodorrados, entumecidos de mediocridad y fríos en nuestra relación con el Padre! Señor Jesús, auméntanos la fe, que se nos escapa la vida sin que la estemos viviendo; auméntanos la fe.