Evangelio del domingo 27 de octubre
del 2019
Derramado en libación (Carta a Timoteo 4,6)
Pablo de Tarso, no ha llegado a los
60 años, encarcelado en Roma por su fe en Jesucristo y su tarea de
evangelización, con el corazón en paz, sabiendo que había intentado hacer la voluntad
de Dios, esperaba el momento de la entrega suprema en paz, con la humildad de
quien se sabe sostenido y consolado.
Margaida, 36 años vino con su niño huyendo
de un maltratador. Trabaja mañana y tarde, de lunes a domingo; por su hijo; con
el tesón de las madres; con la humildad de los pobres; con la alegría de los
sencillos. Cuando reza se sabe hija de Dios.
Carmen, 75 años, cada mañana lleva a dos
de sus nietos al colegio, después va por ellos hasta que sus padres puedan
recogerlos al final de la tarde. Muchas
veces les ha ayudado a pagar la luz y alguna avería del coche. Se siente débil,
pero también alegre de poder cuidar la vida que Dios le regaló.
Rafael, 54 años, voluntario de
Cáritas. Muchas vidas heridas llegan a la acogida; no siempre se puede ayudar,
pero siempre se puede escuchar y dar esperanza. No espera nada a cambio de su
entrega. Al rezar, reza por los suyos, pero también pone en manos del Padre
tanto sufrimiento como atiende cada semana.
Carlos, 21 años, ha estado años
consumiendo drogas, y ha pasado algún paquete. Quiere dejarlo, pero lo han
amenazado y, solo en su habitación, ante el Padre expresa su angustia por los
errores cometidos. Está decidido, no quiere seguir en la espiral de corrupción
y violencia en la que está. Sabe que eso no es vida.
Vidas que se derraman en libación al
Padre de la Vida.
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