Evangelio del domingo 8 de diciembre
del 2019
María: La alegría del don (Lucas
1, 26-38)
Cuando
se piensa puede resultar extraño: el día que celebramos la concepción de María,
Llena de Gracia, leemos en la liturgia el momento en el que ella concibió a su
hijo Jesús. Son dos concepciones distintas, como es obvio, y, sin embargo
íntimamente relacionadas, porque María fue concebida llena de gracia para que
la Gracia se hiciera presente en la humanidad a través de Jesucristo, su hijo y
el Hijo de Dios.
Esa es
la lógica de la vida, recibir gracia para poder entregar a los demás una gracia
que nos supera. Recibimos la gracia, el don, el regalo de la sexualidad, que
nos permite entregar al mundo el don de nuestros hijos, que vienen como un
regalo. Cuidamos, hablamos, acariciamos
a bebes que nada entienden y, por sorpresa, nos regalan una sonrisa, signo claro
del despertar milagroso de su conciencia.
Cuando
alguien tiene una gracia, un don, es capaz de hacer lo difícil con facilidad,
de disfrutar lo que para otros supone un sacrificio. Cuando alguien tiene una
gracia se alegra al ayudar a los otros, al alegrar la vida de los demás. Esta
es la lógica del don. Cuando puedes vivir de lo que más te llena, eres un
privilegiado; pero aun siendo tu trabajo, lo sigues viviendo como un don.
María,
en el centro del Adviento, es signo de que toda nuestra humanidad es un don,
con el que nos alegramos de poder donarnos. Es el sueño de una humanidad llena
de gracia, alejada de todo mal, que nos permite mirar al futuro con ojos de
esperanza. Sin darnos cuenta, como ocurre con todo lo importante, al mirar la Llena
de gracia, vemos el futuro de lo que anhelamos y deseamos ser. Contemplara a
María es poner el corazón en lo que Dios quiere que sea nuestra humanidad.
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