Evangelio del 5 de julio del 2020
Qué es el progreso (Mateo
11,25-30)
Hay fenómenos muy significativos en las sociedades avanzadas,
conforme al modelo de capitalismo consumista en el que estamos: la baja
natalidad, el aumento de suicidios y la normalización de las prácticas
abortivas y de eutanasia. Parece como si la comodidad en las condiciones de vida
vaciara de interés la propia existencia. Sorprende periódicamente, al leer los
sucesos, que a tal cantante de éxito, que lo tenía todo, le faltaba la
motivación profunda para vivir.
Cuando el ideal y el horizonte del progreso se sitúan
exclusivamente en el ámbito económico, la vida se vacía de sentido; el consumo
reiterado, y reiterado, y reiterado de bienes inútiles y superfluos hace de la
vida algo, también, superfluo. La vida que se retiene con avidez acaba siendo
una charca de agua estancada.
El verdadero progreso ha de tener en cuenta siempre
el misterio de la vida. La propia creación, primero, es un misterio a
contemplar, admirar y respetar. Vivir en armonía austera, sencilla y gozosa con
el regalo de la creación alienta la vida. La propia intimidad de cada persona
es un misterio en el que resuena el Misterio de la Palabra, que ha de ser escuchada
y acogida en obediencia creyente. El necio orgulloso sabe muy poco del Misterio
que lo trasciende. El amor es el tercer misterio de nuestra vida. El amor que
es corriente de vida que nos hace ser agradecidos y entregados, cauces de una
vida que como el agua que fluye hace fecundos los campos por donde pasa.
Danos Señor, corazón de pobres; haznos sensibles
ante los pobres; muéstranos, Señor, la pobreza que nos permitirá acoger la
corriente desbordante de Vida en la que somos.
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