lunes, 22 de febrero de 2021

Contra la pereza, esperanza

 

Evangelio del domingo 28 de febrero de 2021

Contra la pereza, esperanza (Marcos 9, 2-10)

 

La pereza y la esperanza tienen, ambas, rostros de adolescente. Sí, ya sé que son lo opuesto; pero así somos de contradictorios. Tienen los adolescentes ojos soñadores; se creen, un día, capaces de todo; y al día siguiente por un pequeño fracaso, atenazados por la inseguridad y el miedo, sucumben en la indolencia.

Todos somos siempre un poco adolescentes: inseguros, soñadores, necesitados de seguridad y de afecto, contradictorios… Por eso, uno de los enemigos más tenaces que hemos de vencer en nuestra vida es la indolencia para hacer lo que debemos, la pereza para realizar los esfuerzos y tener la constancia necesaria para vivir desde la vocación a la que Dios nos llama. Algunas veces, abandonamos antes de empezar un proyecto, tan seguro estamos de que no vamos a ser capaces, de que no vamos a tener el tesón necesario.

Los únicos antídotos contra la indolencia son la confianza y la esperanza. Poniendo nuestros ojos en lo que anhelamos, en lo que estamos llamados a vivir, los empeños del presente los asumiremos con energía y constancia. Contemplando la luz con la que el amor de Dios ilumina nuestro corazón, no nos vencerá el desaliento.

Un día Jesús se llevó a Pedro, Juan y Santiago a una montaña alta y allí se transfiguró, les mostró quién era él de verdad, y qué significaba vivir con él en comunión. Después de la pasión, Pedro, Juan y Santiago se convirtieron en las columnas de la primera iglesia. Tanta esperanza encontraron en el rostro de Cristo, que nunca les pudo el desánimo.  

No dejes nunca de contemplar el rostro de Cristo que, por su misericordia, ilumina toda tu vida. Es cuaresma.

lunes, 15 de febrero de 2021

En vez de ira, paciencia

 

Evangelio del domingo 21 de febrero de 2021

En vez de ira, paciencia (Marcos 1,12-15)


Dicen algunos que nuestra sociedad ha perdido el sentido del pecado. Y puede ser que muchas veces nos engañemos pensando que nada de lo que hacemos está mal y que tenemos muchos derechos y ninguna obligación. Vivimos en una cultura que alienta al pecado, y el pecado sigue socavando y destruyendo la vida de las personas.

Uno de los pecados que más se alienta es el de la ira. Los mensajes más reproducidos y los vídeos que se hacen virales son aquellos que alientan el enfado, la indignación y la ira de quienes los ven. La cadencia del tiempo en las redes es muy rápida, y la reflexión serena requiere un poco de más serenidad. Todo se explica en blanco y negro, sin matices; en todo se busca un culpable, que suele ser chivo expiatorio de todos los males. Y como cada uno busca lo que se acompasa con sus ideas, los de derechas cada vez lo son más, lo mismo que los de izquierda. En lo único que coinciden es en su más intensa radicalización.

La ira, la polarización, la violencia en las palabras y en el corazón están carcomiendo nuestra sociedad. Personas de buenos sentimientos, que saben de lo necesario de perdonar y de aceptar al distinto, están perdiendo esos valores ante la polarización político e ideológica que vivimos. Esa ira acaba por manifestarse en nuestro día a día, con quienes convivimos.

Frente a la ira, Jesús de Nazaret sabe de misericordia y de paciencia, de la misericordia y la paciencia del Padre.  Jesús comprende los sentimientos de todos, aunque no los comparta; y busca caminos para que nos encontremos con nuestro propio rostro en la soledad y la desnudez, que en tantas ocasiones nos toca vivir, y que él nos invita a acoger como desierto en el que meditar la salvación. Es cuaresma.

lunes, 8 de febrero de 2021

Todos somos leprosos

 

Evangelio del domingo 14 de febrero de 2021

Todos somos leprosos (Marcos 1,40-45)

Esta pandemia nos está haciendo aprender muchas cosas. Algunas seguramente sabidas, pero que teníamos en un segundo o tercer plano de nuestra memoria. Otras las hemos tenido que descubrir a golpe de miedo y de aislamiento. Hemos aprendido de nuestra fragilidad; de la fragilidad de nuestra condición biológica y de nuestra condición psíquica. Como seres biológicos, nos ha enfrentado a la posibilidad, palpable y cotidiana, de enfermar y morir. Hemos escuchado tantos nombres de personas que se ha llevado el virus, que hemos descubierto que en cualquier momento podemos perder lo que más queremos, a quienes más queremos.

Hemos aprendido lo que significa la soledad de no poder celebrar, festejar o, simplemente, convivir con los nuestros. Los medios de comunicación han podido paliar esa sensación de distancia y de desvalimiento que nos invadía; alguna vez hemos también experimentado la Presencia luminosa que nos habita y que siempre nos acompaña.

Todos hemos experimentado la desazón de ser un peligro para los demás; de tener que apartarnos de ellos; de ver cómo alguien se apartaba de nosotros si nos aproximábamos a ellos más de la cuenta. Y lo hemos entendido, porque todos, también nosotros, podemos ser contagiadores sin saberlo. Y, sin embargo, algo se nos desgarra por dentro; se resiste a conformarse; y se rebela ante la ausencia de besos, de abrazos, de cercanía.

El evangelio de este domingo nos da razón de cómo Jesús, fuente de toda pureza, se acerca a un leproso, y le habla al oído, y le abraza, y lo limpia, y lo rehabilita a la vida con los suyos. Todos somos hoy, más que nunca, ese leproso que necesita el abrazo del Hijo de Dios, el abrazo del hermano que nos quiere.

lunes, 1 de febrero de 2021

Sentido de la existencia

 

Evangelio del domingo 7 de febrero de 2021

Sentido de la existencia (Marcos 1,29-39)

Todo se soporta si la vida tiene sentido. Nada nos satisface si caemos en el vacío existencial. Víctor Frankl, neurólogo y psiquiatra judío que sufrió los campos de concentración nazi, así lo explica en sus muchos estudios.

Las lecturas del próximo domingo nos reúnen un texto del libro de Job y una de las muchas confesiones de Pablo de Tarso. Job acosado por terribles problemas y desgracias no encuentra el sentido de su vida, ha caído en un pozo oscuro; el autor lo narra desgarradoramente. Pablo, que ha sufrido por el evangelio todo tipo de persecuciones y dificultades: calumnias y difamaciones, hambre y sed, palizas hasta ser dejado por muerto, naufragios en los que se dio por acabado, cárceles y cautiverios es un hombre feliz. El personaje de Job se siente como jornalero en su propia vida. Pablo de Tarso se sabe elegido para la misión de evangelizar; se siente hijo, se siente amado.

Vivimos tiempos recios, en los que sólo una conciencia profunda de que somos llamados, por Dios mismo, a amar y a dejarnos amar puede llenar nuestra vida de sentido.

Nos ha llegado el tiempo de no poder hacer muchas de las cosas que querríamos, de vivir confinados y limitados hasta el cansancio. Sea lo que sea lo que nos toque hacer podemos vivirlo como hijos del Padre, acogidos entre sus manos, enviados a amar a todos los que Él ama. Ese es el Evangelio que vino a traernos Jesucristo. Y que proclamó con su palabra poderosa y esperanzadora en Galilea, con sus respuestas contundentes y sus denuncias ante los jefes del pueblo en Jerusalén, y con su entrega en la cruz, cuando ya no podía siquiera casi ni hablar, pero podía seguir amando sin límites.

Amar en todo; y cuando toque la nada, dejarnos amar.