Evangelio del domingo 28 de febrero de
2021
Contra la pereza, esperanza (Marcos 9, 2-10)
La pereza y la
esperanza tienen, ambas, rostros de adolescente. Sí, ya sé que son lo opuesto;
pero así somos de contradictorios. Tienen los adolescentes ojos soñadores; se
creen, un día, capaces de todo; y al día siguiente por un pequeño fracaso, atenazados
por la inseguridad y el miedo, sucumben en la indolencia.
Todos somos siempre un
poco adolescentes: inseguros, soñadores, necesitados de seguridad y de afecto,
contradictorios… Por eso, uno de los enemigos más tenaces que hemos de vencer
en nuestra vida es la indolencia para hacer lo que debemos, la pereza para
realizar los esfuerzos y tener la constancia necesaria para vivir desde la
vocación a la que Dios nos llama. Algunas veces, abandonamos antes de empezar
un proyecto, tan seguro estamos de que no vamos a ser capaces, de que no vamos
a tener el tesón necesario.
Los únicos antídotos
contra la indolencia son la confianza y la esperanza. Poniendo nuestros ojos en
lo que anhelamos, en lo que estamos llamados a vivir, los empeños del presente
los asumiremos con energía y constancia. Contemplando la luz con la que el amor
de Dios ilumina nuestro corazón, no nos vencerá el desaliento.
Un día Jesús se llevó
a Pedro, Juan y Santiago a una montaña alta y allí se transfiguró, les mostró quién
era él de verdad, y qué significaba vivir con él en comunión. Después de la
pasión, Pedro, Juan y Santiago se convirtieron en las columnas de la primera iglesia.
Tanta esperanza encontraron en el rostro de Cristo, que nunca les pudo el
desánimo.
No dejes nunca de contemplar
el rostro de Cristo que, por su misericordia, ilumina toda tu vida. Es cuaresma.
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