Evangelio del Domingo 27 de junio de
2021
En lo más humano, Dios (Marcos 5,21-43)
Cuando Dios quiso desplegar su poder
sobre la historia, para salvar a los hombres de la violencia y el sinsentido
que vivimos, envió a nuestra tierra a su propio Hijo hecho hombre como
nosotros, que pasó por el mundo como un hombre cualquiera, semejante en todo a
nosotros excepto en el pecado.
Esta decisión inaudita e inimaginable de
Dios, casi incomprensible para nosotros, nos permite descubrir el poder de Dios
en lo más humano: una caricia, un sentimiento de compasión, una broma hecha con
ternura, una petición de perdón… En todo lo auténticamente humano, en todo lo
verdaderamente humano, está el poder de Dios para despertar la humanidad de quien lo acoge.
Si Dios hubiera querido mostrar su
poder desde la imposición y la tiranía, hubiera anulado nuestra libertad y
nuestra humanidad. A nadie se le puede obligar a amar; el amor solo lo suscita en
nosotros quien nos ama verdaderamente, quien nos ama con paciencia, con alegría,
siendo capaz de sufrir por nosotros.
En el evangelio de este domingo, Jesús
se nos muestra como transmisor, como dador de vida. Quien se acerca a Jesús se encuentra con una vida que lo conforta y lo
consuela, que lo levanta y lo dignifica, que le permite ponerse al servicio, él
mismo, de la vida. Una mujer largo tiempo enferma y una adolescente en las
puertas de la vida son las testigos del poder divino que tiene la humanidad de
Jesús. Una pudo, a escondidas, acariciar su manto; otra escuchó, desde el
sueño, la ternura de su voz poderosa.
Cuántas veces, también nosotros, hemos
experimentado el poder divino de lo mejor de lo humano, en quien nos permitió
que le acariciáramos, en palabras de ternura que nos levantaron.
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