Domingo 29 de diciembre
Vocación al matrimonio (Lucas 2,41-52)
La cultura, que ha tocado vivir a nuestros jóvenes, es una cultura de la precariedad. Hombres y mujeres de 30 años siguen cobrando sueldos de aprendices y con una inseguridad laboral que no les permite hacer planes de futuro. Desde los 18 o 22 años los jóvenes se han acostumbrado a trabajar para pagar sus gastos, pero sin tener ni estabilidad, ni una masa salarial adecuada. Económicamente España irá muy bien, nos dicen algunos políticos y algunos indicadores macroeconómicos, pero la economía de los españoles va cada vez peor; somos el país de Europa donde más niños viven en pobreza.
No es solo la situación económica, la mentalidad actual tiene cierta “alergia” a un compromiso estable. En nuestra generación se separó la sexualidad de la fecundidad; y a los jóvenes de hoy se les incita a separar sexualidad de la misma afectividad. Son malos tiempos para la vocación matrimonial.
Y, sin embargo, la vida empuja; y la experiencia de familia sigue siendo el modo en el que la inmensa mayoría de las personas pueden alcanzar una estabilidad, un proceso de madurez y una entrega generosa que haga verdaderamente humana la vida. Ser un padre responsable y tierno, ser una madre fuerte y comprensiva, vivir la relación matrimonial desde la sinceridad, el gozo y la mutua entrega, sigue siendo la llamada honda y profunda que Dios hace a los jóvenes de nuestro tiempo.
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