Evangelio
del domingo 20 de septiembre de 2020
El gusto por la vida (Mateo 20, 1-16)
Contemplar cómo emerge
el Sol por el horizonte al ir a trabajar por las mañanas; disfrutar de una
tarde de sábado de juegos y charla distendida con nuestros niños; ver crecer
las plantas que alegran nuestro patio o nuestra terraza; mirar con los ojos de
Dios toda nuestra existencia; eso es gustar la vida.
La vida es tan hermosa y
humilde que nunca impone su armonía; simplemente nos invita a que seamos niños
que juegan, adolescentes que se enamoran, hombres y mujeres que trabajan
humanizando el mundo; ancianos que esperan y rezan. La vida no tiene otro pago
que vivir.
Amor con amor se paga.
Seríamos los más desgraciados de los hombres si quisiéramos comprar con dinero
el amor que anhela nuestro corazón. La vida dando vida se agradece. Por eso,
poner nuestro corazón en lo que otros van a decir o pensar, en ganar más dinero
que tal o que cual, quedar por encima de nuestro vecino a quien hemos
convertido en enemigo… es ofender el regalo de la vida.
Vive como quien canta
por el mero gusto de cantar. Trabaja en lo que Dios te llama, con sencillez,
con entrega. Disfruta la vida que Dios te regala, con alegría, con
agradecimiento. Vive con paz. Y, así, hasta los momentos más duros y difíciles
tendrán siempre un trasfondo luminoso, el amor que Dios nos tiene.
No te esfuerces por
ganar, ni por ganar más que otros; eso es ofender el regalo de vida que te han
hecho. Entrégate por entero a dar vida, a recrear la vida. ¿Quién puede ponerle
precio a un año, a una semana, a una hora de su propia vida?
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