Evangelio
del domingo 6 de septiembre de 2020
Tener quien te riña (Mateo 18, 15-20)
Casi siempre tenemos quien nos riña. Y nos da coraje cuando recibimos recriminaciones y críticas, por cariñosas que sean y aun cuando las sepamos bienintencionadas. Pero cuando uno no tiene quien le riña, o se separa y se aleja de quien lo hace, en el fondo se queda solo, y en vez de madurar con el tiempo y las experiencias, se llena de caprichos y de manías. Los que viven solos y los viejos tienen esa tentación.
Puedes haber salvado a
un país entero de la dictadura y el enfrentamiento civil; pero, si no das
autoridad a nadie para que te señale y recrimine los comportamientos que te
separan de la verdad y del amor, te convertirás en una persona egoísta,
ensimismada y ajena a la realidad, con la que te darás de bruces en el momento
que menos esperas.
Nadie somos “dios”, y
todos necesitamos confiar y dar confianza para caminar junto con otros compañeros.
Pero caemos tan fácilmente en enrocarnos en el orgullo, aunque sea mucho más
fácil vivir en humildad.
En el evangelio de esta
semana Jesucristo mismo nos invita a escuchar la voz de los compañeros en la
vida –de nuestros padres, hermanos, amigos, incluso de nuestros enemigos- su
propia voz. La vida no tiene marcha atrás y nos jugamos lo que somos y lo que
seremos en nuestros comportamientos y actitudes.
Escucha a quien te
quiere y recapacita. Pregunta con sencillez por lo que haces para que te
respondan con sinceridad. Tú eres mucho más que los errores que puedas cometer,
pero esa actitud humilde te hará más persona y un cristiano más sincero.
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