Evangelio del domingo 7 de marzo de 2021
Contra la avaricia, fe (Juan 2, 13-25)
Lo llaman capitalismo
financiero, pero es la habilidad para hacer dinero moviendo dinero, sin crear
nada más que especulación destructiva. Es urgente que volvamos a una economía
de la vida, centrada en satisfacer las necesidades de las familias, y que no se
defina al margen de ellas o en su contra. Porque eso es lo que está pasando. Una
economía centrada en la maximización de los beneficios sin atender a las necesidades
de las personas ha llegado a especular hasta con las cosechas de trigo, maíz y
arroz; así unos pocos en Ámsterdam, Nueva York o Londres ganaban millones de
euros o dólares a costa del hambre futura, pero cierta, de millones de
personas. Esta es la mayor aberración contra natura que se comete en nuestro
mundo.
La avaricia es una
idolatría, decía san Pablo (Col 3,5); podríamos decir que es el pecado más
mortal de nuestro mundo. Provoca explotación y esclavitud; en su nombre se
declaran guerras; y se condenan a países enteros al hambre y el
empobrecimiento. La idolatría siempre exige sacrificios humanos.
Pero la avaricia no
está solo en mercados bursátiles lejos de nosotros. Cada vez que retenemos
nuestros talentos y los dejamos inactivos, sin emplearlos en el bien común; cada
vez que retenemos nuestros bienes, sin compartir, sin sentir como nuestra la
necesidad de los pobres, estamos cayendo, también nosotros, en el pecado de
avaricia. No merece el dinero que le des culto; solo el Padre de nuestro señor
Jesucristo merece que creamos en Él. La avaricia seca el alma (Eclo 14,9).
Confiando en Jesucristo,
nuestra vida vive en el gozo del encuentro, y disfruta con lo necesario y lo
sencillo. Es cuaresma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario