Día 6 de enero
El mayor regalo (san Mateo 2,1-12)
Parece que ha remitido el celo laicista en contra del sentido religioso de la Navidad. No he escuchado este año ya aquello de “feliz solsticio de invierno”. Los pueblos que no mantienen el sentido profundo de sus tradiciones se despersonalizan. La última de estas tradiciones navideñas se centra, tal y como lo narra el evangelio de Mateo, en las figuras de unos sabios de oriente, que dejándose guiar por una estrella llegan al Niño Jesús, y le ofrecen oro, como rey, incienso, como Dios, y mirra, como profecía de su entrega. La tradición puso nombre a esos sabios, les dio categoría de reyes, e incluso los caracterizó de distintas etnias.
Es hermoso que los sabios y los poderosos de este mundo se arrodillen ante el niño de una familia pobre. Ojalá así sucediera con todos los niños de familias humildes. También es hermoso que cada niño de nuestros pueblos y barrios se sienta tan especial como el Niño Jesús para que sean los mismos Reyes los que le traigan su regalo.
Los mayores ya sabemos que los mejores regalos que vienen a una casa son sus niños. Y que el mejor regalo que podemos hacerles es entregarles una fe de ternura y de agradecimiento, de amor solidario y de reconciliación con las propias contradicciones. El Niño Dios regala a cada niño la dignidad infinita de ser hijo de Dios. Ojalá siempre manifestemos la verdad profunda, y su riqueza humana y religiosa, de las tradiciones de la Navidad.