martes, 31 de diciembre de 2019

Lo que solo la fe ve


Evangelio del 6 de enero del 2020
Lo que solo la fe ve (Mateo 2,1-12)



Nadie pudiera imaginarse que el Hijo de Dios, el Señor del Universo pudiera venir al mundo en una casa humilde y sencilla, como los más pobres de su pueblo. Si los Sabios de Oriente no hubiesen caminado guiados por una estrella, nunca hubieran encontrado al salvador. Pero fue una pequeña luz que parecía perdida entre las infinitas luminarias del firmamento la que los guió. Ellos buscaron al Niño, sobrepasaron obstáculos y dificultades, pero sin la estrella nunca lo hubieran encontrado.

La fe es para todos los creyentes esa luz que nos guía en nuestra vida y que nos hace ver, en medio de las dificultades y los sinsabores, el camino de la vida. El sol de la razón ilumina con más fuerza, ciertamente; pero no discrimina, no discierne, no nos hace distinguir lo importante de las distracciones, la publicidad superflua de lo verdaderamente necesario. La luna de los sentimientos nos llena de ilusión o de melancolía, parece que nos saca de nosotros mismos, pero los sentimientos siempre son egocéntricos.  Parece que fue una rara confluencia entre Júpiter y Saturno la que llamó la atención de aquellos sabios, los puso en camino, a la búsqueda del que tiene respuesta al sentido de nuestra vida.

En medio de los pobres y los explotados, entre los que tienen que vivir hacinados porque no pueden pagar una vivienda, entre los que tienen mala fama y peor pinta, entre los forasteros y refugiados, entre las familias que necesitan ayuda…  allí encontraremos al Rey de Reyes, al Hijo de Dios, al Que se Entrega para darnos vida –oro, incienso y mirra-.

martes, 24 de diciembre de 2019

La Palabra se hace familia

Evangelio del domingo 29 de diciembre del 2019
La Palabra se hace familia (Mateo 2,13-23)
¡Cómo estaría la vida en Galilea para que José decidiera emigrar con su mujer y su niño recién nacido a Egipto! ¡Cómo estarán Nicaragua, Venezuela o los países del Sagel para que decenas de miles de personas jóvenes arriesguen su vida para venir a Europa a ser, muchas veces, discriminados y explotados! La vida en Egipto no se las prometía fácil, pero era mejor que la violencia reinante en Judea. Las historias de las familias pobres se parecen tanto unas a otras…

No puede dejar de sorprendernos (admirarnos, sobrecogernos, anonadarnos, maravillarnos) que el Verbo de Dios se hiciera carne para salvarnos. Siendo como somos unos seres vivos frágiles y caducos, con tantas más debilidades que fortalezas, tan sujetos a profundas limitaciones biológicas, hormonales y culturales, ¿cómo es que Dios mismo quiso asumir nuestra naturaleza humana para ofrecernos la posibilidad de elevarnos a su amor y libertad? El amor de Dios es un misterio que nos desborda desde la creación hasta la redención. Nos sobrepasa el poder y la hermosura de la Naturaleza; nos hace sentir pequeños y grandes, a la vez, el milagro de la vida y la sonrisa de un niño; nos deja mudos que el Altísimo acepte entrar hasta lo más profundo en nuestra historia de debilidad y de injusticias para darnos la esperanza que nos trasciende. Pero así quiso que fuera.

Dios quiso que su Hijo fuera la Vida del mundo haciéndose, antes que nada, hijo de familia pobre y migrante; lo hizo nacer donde la vida tiene una mayor densidad y riqueza; donde el espíritu humano se hace por necesidad y amor: cuidado y caricia, miedo y esperanza, debilidad y fortaleza, en una familia de refugiados emigrantes. ¿Puede haber mayor signo de credibilidad en lo imposible de comprender?


lunes, 16 de diciembre de 2019

San José, masculinidad alternativa


Evangelio del domingo 22 de diciembre del 2019
San José, masculinidad alternativa (Mateo 1,46-56)



El signo definitivo de la intervención del mismo Dios en la historia de la humanidad es un niño recién nacido. Más grande que el milagro de que un enfermo sane, es que un niño nazca y, sobrepasando todas las leyes materialistas de la naturaleza, sonría a sus padres. Cada niño es un don que le da sentido a la vida de quien lo engendra y lo cuida.

Vivimos una época que sobrevalora el trabajo profesional y el ocio consumista al que va emparejado; y minusvalora el cuidado y la vida de la familia. Nos parece que un ascenso en el trabajo va a hacernos sentir realizados, que la novedad de un viaje va a llenar nuestras ansias de felicidad, y no es así.

La misión más importante que le dieron a una mujer nunca en la historia fue la de ser madre; la misión más importante que nunca en la historia del dieron a un hombre fue la de cuidar a su mujer y su hijo. José era carpintero, o algo parecido, pero no fue el arte con que ejercía su oficio lo que le dio sentido a su vida. Custodiar, proteger a María y a Jesús fue su misión.

San José ha sido durante siglos la referencia masculina por excelencia en la Iglesia: un hombre que se puso al servicio de la vocación de su mujer, que fue llamada a ser Madre de Dios, custodiando a un hijo que no era biológicamente suyo pero que lo acoge como tal, culminando la obra de la encarnación. Jesús, el Verbo de Dios, se hizo carne en el vientre de María, pero se hizo hombre del pueblo en el taller de José. En momentos en los que se profundiza en el papel que el varón ha de asumir dentro de la familia, San José sigue siendo una referencia profundamente iluminadora: generoso, abnegado, profundo admirador de su mujer, valiente, prudente, trabajador.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Juan, se rehabilitan ruinas


Evangelio del domingo 15 de diciembre del 2019
Juan: Se rehabilitan ruinas (Mateo 11, 2-11)


Juan Bautista estaba en la cárcel, y desde allí escucha hablar del profeta de Nazaret, de sus palabras y de sus hechos, y envía a sus discípulos a preguntarle si era el Mesías.

Si Jesús hubiera sido un profesor o un político de nuestro tiempo, le hubiera respondido: “Depende de lo que entiendas por Mesías, porque hay muchas maneras de entender el mesianismo y con algunas resulta que bla, bla; bla, bla; bla, bla.”  Pero Jesús era Jesús y le responde con sus actos: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio. Y bienaventurado es el que no halle a tropiezo en mí.”

De esta respuesta una cosa nos sorprende: ¿quién iba a encontrar tropiezo en todo lo bueno que estaba haciendo?, ¿quién puede escandalizarse de la bondad para con los más débiles? Al preguntar así somos, por una parte, unos ingenuos, y por otra, un poco  hipócritas.

Todos arrimamos el ascua a nuestra sardina, todos buscamos una buena sombra que nos cobije; la pobreza y las carencias nos asustan, rechazamos lo tosco; nuestra naturaleza tiende a lo más cómodo, a la abundancia. Pero, sobre todo, huimos de la irrelevancia: queremos ser alguien, ser considerados, tenidos como personas valiosas, importantes, decisivas, aunque sólo sea en el ámbito reducido en el que nos desarrollamos. La opción de Jesús por comenzar su misión desde los más pobres sigue siendo piedra de escándalo para muchos cristianos aunque no lo reconozcamos. Jesús no construye desde un solar desescombrado, por suerte parte de nuestras ruinas para llevar adelante su misión.

lunes, 2 de diciembre de 2019

María, la alegría del don


Evangelio del domingo 8 de diciembre del 2019
María: La alegría del don (Lucas 1, 26-38)


Cuando se piensa puede resultar extraño: el día que celebramos la concepción de María, Llena de Gracia, leemos en la liturgia el momento en el que ella concibió a su hijo Jesús. Son dos concepciones distintas, como es obvio, y, sin embargo íntimamente relacionadas, porque María fue concebida llena de gracia para que la Gracia se hiciera presente en la humanidad a través de Jesucristo, su hijo y el Hijo de Dios.

Esa es la lógica de la vida, recibir gracia para poder entregar a los demás una gracia que nos supera. Recibimos la gracia, el don, el regalo de la sexualidad, que nos permite entregar al mundo el don de nuestros hijos, que vienen como un regalo. Cuidamos,  hablamos, acariciamos a bebes que nada entienden y, por sorpresa, nos regalan una sonrisa, signo claro del despertar milagroso de su conciencia.

Cuando alguien tiene una gracia, un don, es capaz de hacer lo difícil con facilidad, de disfrutar lo que para otros supone un sacrificio. Cuando alguien tiene una gracia se alegra al ayudar a los otros, al alegrar la vida de los demás. Esta es la lógica del don. Cuando puedes vivir de lo que más te llena, eres un privilegiado; pero aun siendo tu trabajo,  lo sigues viviendo como un don.

María, en el centro del Adviento, es signo de que toda nuestra humanidad es un don, con el que nos alegramos de poder donarnos. Es el sueño de una humanidad llena de gracia, alejada de todo mal, que nos permite mirar al futuro con ojos de esperanza. Sin darnos cuenta, como ocurre con todo lo importante, al mirar la Llena de gracia, vemos el futuro de lo que anhelamos y deseamos ser. Contemplara a María es poner el corazón en lo que Dios quiere que sea nuestra humanidad.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Noé: segundas oportunidades


Evangelio del domingo 1 de diciembre del 2019
Noé: Segundas oportunidades (Mateo 24,37-44)


Nada se escribe en la historia sin que alguien, en primera persona, lo conciba, lo impulse, lo persiga y lo realice. Puede ser que esa persona pase desapercibida o quede en el anonimato, pero detrás de todo cambio siempre hay una persona, o un grupo, que lo posibilita.

Cada Adviento es como una nueva posibilidad para nuestras vidas. Y, así, en el evangelio de este domingo se nos recuerda la figura de Noé. Todos recordamos la narración del diluvio. Una narración en la que se nos transmite una inundación tan terrible que parece que cubrió hasta los montes más altos de Mesopotamia –narraciones de culturas extrabíblicas así lo ratifican-, y cómo  con Noé se dio continuidad a la humanidad.

La figura bíblica de Noé encarna muchos valores humanos y espirituales: la honestidad y la escucha fiel a Dios, la laboriosidad y el ingenio –que le permitieron construir un enorme barco e inventar el vino—, y la prudencia, la integridad y el pudor. Pero Noé es, sobre todo, símbolo de la segunda oportunidad que siempre tenemos ante Dios. Después que Dios la creara, las personas se pervirtieron por su maldad y violencia. La violencia era tanta que Dios decidió destruir toda la humanidad. Pero viendo a la honestidad y la rectitud de Noé quiso que en él todo tuviera un nuevo comienzo. El signo de que siempre la bondad de Dios nos concede una segunda oportunidad no puede ser más hermoso: el arco iris. 

Estés como estés, piensa que te conceden esa segunda oportunidad que necesitas, aprovéchala.

lunes, 18 de noviembre de 2019

la hermosura del sacrificio


Evangelio del domingo 24 de noviembre del 2019
La hermosura del sacrificio (Lucas 23,35-43)


Cuando en religión se habla de sacrificio, parece que se encienden las alarmas e, instintivamente, se nos despierta la suspicacia. Sacrificio admirable es el de los deportistas; o aquel que quiere adelgazar para tener una mejor figura. El sacrificio  que se hace estudiando para conseguir un buen puesto de trabajo ya comienza a levantar sospechas, “se podía conformar con un puesto menos importante”, “al fin y a la postre, muchos que no estudiaron han conseguido triunfar”. Sacrificarse por los hijos o por la pareja parece ya cosa del pasado, un anacronismo que ya no se lleva: “antes de que el matrimonio conlleve sacrificios, mejor separarse”, “los niños traen mucho sacrificios, con uno ya tenemos bastante (y de sobra)”.

Ya no hay novelas de amores sacrificados, en fiel abnegación; las sustituyeron otras de amores atormentados, tórridos y destructivos. Sacrificarse por la justicia y la vida de los otros, apostar toda la vida en realizar un ideal de entrega… de eso ya ni se habla –tantas veces quienes hablaban con palabras edulcoradas nos han defraudado…-.

Y sin embargo es el sacrificio abnegado y gratuito de nuestros padres lo que nos ha hecho ser lo que somos. Y será nuestro sacrificio generoso y fecundo el que le dé sentido verdadero a nuestra vida. Jesucristo muestra ser el primogénito de la humanidad por su sacrificio  en la cruz. Su sangre derramada, consecuencia de su vida entregada, nos redime del egoísmo y la superficialidad que lastran nuestra vida.

Piensa un rato: ¿Quién merece el sacrificio cotidiano de tu vida?

lunes, 11 de noviembre de 2019

el pobre no nace, se hace


Evangelio del domingo 17 de noviembre del 2019
El pobre no nace, se hace (Lucas 21,5-19)

El misterio de ser persona se esclarece desde la lógica del don. Todos recibimos la vida, la nuestra y la de nuestros hijos, como un don. Por eso, el acto de acumular, de acaparar, de arrebatar al débil y al indefenso sus medios de vida es el acto más terriblemente inhumano. Todos nacimos desnudos y tiritando, con necesidad de cuidados y de protección. Y eso hace más incomprensible la actitud de quien se aprovecha de la fragilidad del otro para explotarlo y expoliarlo.

No se nace pobre, te hace pobre quien aprovechándose de tu fragilidad te da un salario de miseria con un contrato basura. No se nace pobre; te hace pobre quien te sube el precio del piso (o de la habitación) hasta que tienes que elegir entre comer o tener un techo donde cobijarte. No naciste pobre, te hicieron pobre al hacinar a tus padres en un barrio suburbial y sin servicios con todas las familias que por sus carencias estorbaban en los barrios ricos. No naciste pobre, las riquezas de tu país fueron expropiadas por corporaciones financieras que sólo buscaron su enriquecimiento. No se nace pobre, la codicia de personas inhumanas empujan a la indigencia a tantas familias como vemos sufrir por el desorden egoísta de nuestro mundo.

Cada vez que rezamos “venga a nosotros tu Reino” estamos pidiendo que este desorden, que provoca el sufrimiento y la muerte de tantos, acabe. Aquel día, hasta los Templos dedicados a Dios, recubiertos de dorados y con valiosas imágenes, en que los pobres no sean acogidos y confortados acabarán destruidos, sin que quede piedra sobre piedra. Dios, por su misericordia, ha unido su suerte y la nuestra a la suerte de los pobres.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Contra toda evidencia


10 de noviembre del 2019
Contra toda evidencia (Lucas 20,27-38)

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Contra toda evidencia quieren hacernos creer que sólo somos una cosa más entre las cosas; que nuestro cuerpo se resuelve en un saco de músculos y huesos, más o menos bien conformados; que nuestro tiempo sólo son horas, semanas, años que se suceden; que nuestra vida sólo consiste en experiencias que se suceden hasta su decrepitud y aniquilamiento.

Nos intentan hacer creer todo esto contra la evidencia palmaria del espíritu que da sentido a nuestro cuerpo, nuestro tiempo y todas las experiencias que vivimos. Ni las pruebas ostensibles del amor y la libertad que vivimos, ni la trascendencia de la belleza que nos envuelve, ni la conmoción de la ternura que vivimos, parece que puedan convencer a quien sólo quiere vernos como un trozo de materia, sujetos solo de placer y de dolor.

Pero esto no es así. Somos personas con dignidad; nuestra vida es un regalo, un don, inmerecido, inconmensurable, que nos hace ser humanos; se nos ha hecho el regalo de ponernos en el camino de hacernos personas; se nos regala cada día la oportunidad de hacernos merecedores de ese don; y Quien nos ha entregado hasta su propia intimidad, su Palabra, hace que nuestra vida sea para siempre.

Convéncete mirando a cualquier personas que te rodea: imagina sus anhelos y sus miedos, sus frustraciones y sus logros, su pecado y su bondad --¡tan parecidos a los tuyos!--. Después contémplate a ti mismo, en la eternidad serena de tu espíritu, en el que no eres ni joven ni viejo, donde tus cualidades dejan paso a la verdad más radical y evidente: eres.

lunes, 28 de octubre de 2019

Ciencia con paz


Evangelio del domingo 03 de noviembre del 2019

Ciencia con paz (Lucas 19, 1-10)


La segunda exigencia de quien quiere educar a otro es la paciencia; el primero es, indudablemente, querer el bien del otro. “Paciencia” que, por mera asociación de ideas, parece que se compone de paz y de ciencia, y que ciertamente son dos condiciones del buen educador.

El significado de la palabra “ciencia” no siempre ha sido tan restringido como ahora. Hace unas cuantas décadas, en algunos contextos, era sinónimo de sabiduría práctica para realizar una tarea difícil. Ser un buen educador requiere conocer el temperamento de las personas, sus capacidades, qué es lo que les bloquea y qué es lo que les motiva, cuáles son sus intereses y cómo ir abriéndolos a un horizonte más amplio en su existencia. Para educar a las personas se necesita mucha ciencia; y también paz y serenidad –que muchas veces será auto-control--, para esperar el momento oportuno en que intervenir, para corregir en la medida adecuada, para animar sin caer en la condescendencia facilona, para exigir que la persona dé lo mejor de sí mismo.

Los padres y los profesores, los catequistas y los educadores sociales necesitamos mucha de esa paz y de esa ciencia, de esa ciencia con paz. Y es en nuestra vida personal donde podemos ir a aprender una cosa y otra. Sólo tenemos que atender a la paciencia que ha tenido y tiene Dios con nosotros, con nuestros errores y pecados; fijarnos en su manera de motivarnos y de impulsarnos. Dios, amigo de la vida, siempre nos corrige poco a poco para nuestro bien. Jesucristo, reflejo de su ser, fue tan buen educador que de unos aldeanos de Galilea hizo testigos de la misericordia misma de Dios. 

Gracias, Señor, por tu paciencia.

lunes, 21 de octubre de 2019

Derramado en libación


Evangelio del domingo 27 de octubre del 2019

Derramado en libación (Carta a Timoteo 4,6)


Pablo de Tarso, no ha llegado a los 60 años, encarcelado en Roma por su fe en Jesucristo y su tarea de evangelización, con el corazón en paz, sabiendo que había intentado hacer la voluntad de Dios, esperaba el momento de la entrega suprema en paz, con la humildad de quien se sabe sostenido y consolado.

Margaida, 36 años vino con su niño huyendo de un maltratador. Trabaja mañana y tarde, de lunes a domingo; por su hijo; con el tesón de las madres; con la humildad de los pobres; con la alegría de los sencillos. Cuando reza se sabe hija de Dios.

Carmen, 75 años, cada mañana lleva a dos de sus nietos al colegio, después va por ellos hasta que sus padres puedan recogerlos al final de la  tarde. Muchas veces les ha ayudado a pagar la luz y alguna avería del coche. Se siente débil, pero también alegre de poder cuidar la vida que Dios le regaló.

Rafael, 54 años, voluntario de Cáritas. Muchas vidas heridas llegan a la acogida; no siempre se puede ayudar, pero siempre se puede escuchar y dar esperanza. No espera nada a cambio de su entrega. Al rezar, reza por los suyos, pero también pone en manos del Padre tanto sufrimiento como atiende cada semana.

Carlos, 21 años, ha estado años consumiendo drogas, y ha pasado algún paquete. Quiere dejarlo, pero lo han amenazado y, solo en su habitación, ante el Padre expresa su angustia por los errores cometidos. Está decidido, no quiere seguir en la espiral de corrupción y violencia en la que está. Sabe que eso no es vida.

Vidas que se derraman en libación al Padre de la Vida.

lunes, 14 de octubre de 2019

Átame con tu cabello


Evangelio del domingo 20 de octubre del 2019
Atado con un cabello (Lucas 18, 1-8)

“Átame con tu cabello a la esquina de tu cama,
y si el cabello se rompe, haré ver que estoy atada”,

dice una canción actual recogiendo una antigua metáfora popular de la libre entrega de los enamorados que con lazos de amor, aparentemente frágiles, se prometen fidelidad eterna. Esta misma metáfora es usada por San Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual mostrándonos cómo Dios mismo queda preso por un cabello del alma creyente. Ese cabello que apresa al Todopoderoso y que lo ata a nosotros es la oración hecha con fe.

Dios, porque es amor y no quiere otra cosa que amar, queda preso de la oración que con fe se le dirige. Una oración que es remanso de paz cuando nos dejamos envolver por el amor del Padre, pero que es, también, lucha y combate cuando miramos a nuestro egoísmo y al pecado que hace sufrir a los pobres.

La oración que brota de la fe cristiana siente a todas las personas como hijos de Dios, como hermanos; y es, por eso, una oración compasiva, reivindicativa, comprometida con todo el que sufre. El creyente pide al Padre, por el mismo y por los suyos, pero expande su corazón al sufrimiento de todas las personas.

El evangelio de este domingo nos pone como ejemplo de oración la demanda persistente y angustiada de una viuda que pide por el pan  y el futuro de sus hijos. Aun a sabiendas de que el juez era injusto y sin misericordia presenta su demanda con persistencia. Si nuestra oración es así y reclama justicia para nuestros hermanos más pobres será una oración cristiana. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la Tierra?

lunes, 7 de octubre de 2019

Conversando


Evangelio del domingo 13 de octubre del 2019

Conversando (Lucas 1, 11-19)

Cuenta el Evangelio que un día iba Jesús caminando con sus discípulos entre Galilea y Samaría y se encontraron a lo lejos un grupo de leprosos. Jesús los curó. Pasaron muchos años y dos de aquellos leprosos se encontraron frente a la puerta del cielo para  ver si San Pedro los dejaba entrar. En la espera conversaban.

--Después de encontrarme con Jesús mi vida dio un cambio muy grande, incluso de antes de caer enfermo. Cuando me vi sano fui a donde Jesús y lo acompañé muchos días, escuché su enseñanza, me sentí acogido y comprendido por él, fui descubriendo cuán egoísta había, descubrí el amor de Dios en lo sencillo y lo pequeño. Cuando volví a mi casa fui mucho más feliz de lo que hasta que me entró la enfermedad lo había sido.

--Pues a mí no me ha ido mal…, ni bien. Ahora que echo la vista hacia atrás creo que he desperdiciado mi vida en cosas que no tienen mucho peso. Mi mujer es la que ha estado siempre ahí conmigo aguantándome, controlando mis malos genios y mis ganas de buscar pelea con todos… Tú ya me conoces…

Pero peor le fue a Aarón, el muchacho rico que nos acompañaba. Murió a los pocos días de regresar a casa de un atracón en un banquete. Y Matías, ¿te acuerdas?, murió a los pocos años en la cárcel. Su mujer se había liado con otro y cuando llegó  a casa los mató a los dos… De los otros no se mucho, la verdad.

--Ya ves, a mí, Jesús no sólo me curó, también me salvó; ahora espero verlo por aquí que un hombre tan bueno seguro que viene al cielo. Y tú estate tranquilo que Jesús siempre nos decía que Dios es Padre bueno que gusta de perdonar y salvar.

martes, 1 de octubre de 2019

Actitud de fe


Evangelio del domingo 6 de octubre del 2019

Actitud de fe (Lucas 17, 5-10)


Un fuego que refresca en las horas de estío; un viento que impulsa sin saber a dónde nos lleva; un caminar sobre cimiento firme aunque todo vaya cayendo. Fuente de alegría callada, serena, que te hace ser afable y bondadoso. Regalo que se desgrana cada día de tu vida. Tarea que te ocupa y te descansa desde el amanecer hasta el fin del día. Puerta del amor y la esperanza. Vivir seguro sin seguridades; saber ver lo que otros no alcanzan; acallar los deseos confiando en Quien nos llama. Esto es la fe.

“Si tuviéramos fe aunque fuera como un grano de mostaza”, toda nuestra vida cambiaría: afianzados siempre en una atalaya inexpugnable nos podríamos hacer vulnerables a todo dolor ajeno; con mansedumbre y humildad nos enfrentaríamos a los orgullosos que violentan y humillan a los pobres; con lágrimas en los ojos podríamos consolar a quien sufre y se siente desfondado. La fe te da una mirada nueva ante el mundo, una mirada de indignación ante la injusticia, de dolor ante los pobres; una mirada que genera paz y que es semilla de justicia.

Los profetas tuvieron esa fe y se expusieron a la persecución teniendo su corazón puesto en la transparencia de la luz que viene de lo alto; por su fe supieron anunciar un mundo nuevo, la ciudad de Dios. Los sencillos viven alegres en esa misma fe.

¡Cuánta fe nos falta a nosotros, cristianos adormecidos y amodorrados, entumecidos de mediocridad y fríos en nuestra relación con el Padre! Señor Jesús, auméntanos la fe, que se nos escapa la vida sin que la estemos viviendo; auméntanos la fe.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Estado-nación y solidaridad



Tribuna de opinión publicada en el Diario de Sevilla

Estado-nación y solidaridad
Hay quienes pretenden unir al concepto de nación española políticas de rechazo del extranjero, yendo en contra de los dinamismos profundos que alientan nuestra propia historia



 Ilustración: Rossell

lunes, 23 de septiembre de 2019

Sobre el otro mundo


Evangelio del domingo  29 de septiembre del 2019

Sobre el otro mundo (Lucas 16,19-31)


Hay cristianos a quienes les resulta incómoda la dimensión profética de la fe. Uno puede hablar en la homilía de la misa sobre las virtudes personales que deben acompañar a la vida cristiana, o sobre la experiencia íntima de la fe, o sobre la prudencia a la que nos invita el evangelio…, y su rostro siempre es de escucha atenta y de aprobación. Pero si se habla de la injusticia estructural de nuestro mundo, del cambio que están reclamando con sus sufrimientos los pobres, de la opresión y el latrocinio de los poderosos… su rostro se encoge, el entrecejo se les frunce y comienzan a pensar que para escuchar sobre política no vienen a la Iglesia.

Otros por el contrario se encuentran muy a gusto cuando se critica el poder y la injusticia de los más ricos; sus posturas políticas se ven alentadas y se sienten reconocidos en sus ideas y convicciones. Pero dejan de prestar atención cuando se habla de la dimensión trascendente de la fe, sobre la vida eterna, sobre la llamada a una Vida plena que Dios Padre hace a todos sus hijos después de esta vida. Les parece que hablar de la otra vida es dejar de prestar atención a la historia presente.

Las dos dimensiones de la fe son necesarias, e incluso, podríamos decir, solidarias una con otra. Porque la gloria de Dios es que sus hijos tengan vida, que los pobres puedan vivir con dignidad verdadera; quien ve el sufrimiento de los pobres y escucha la voz de Dios no puede sino acoger el compromiso profético de la fe; y quien ve el sufrimiento extremo de los pobres y tiene en su corazón el amor de Dios, no puede sino confiar en que la bondad de Dios les regala la Vida que aquí se les negó tan injustamente.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El casino del hambre




Evangelio del domingo 21 de septiembre del 2019

El Casino del hambre (Lucas 16,1-13)

Vivimos en un mundo en el que la actividad económica no se rige por la lógica de las necesidades de las personas, sino por la lógica de la especulación. El artífice de la economía no es el productor, ni el consumidor, sino el que especula con los productos. El peso de la economía no está ya en el mercado de abastos, o la tienda de ordenadores donde compras; el peso de la economía está en el mercado bursátil, donde se llega a especular hasta con las cosechas destinadas a la población de muchos países. Se negocia con el hambre de los pobres. Este mercado bursátil es como un juego de apuestas, en el que si compras el valor que se encarece ganas mucho dinero… Si lo que se encarece es el precio del trigo, ganas dinero tú con el hambre de otros.

La complejidad del mundo que vivimos sólo es aparente, porque las preguntas decisivas siguen siendo las mismas: ¿tienen las personas posibilidades de una alimentación y un entorno sano, y una vivienda digna?, ¿tienen los jóvenes acceso a su desarrollo personal y a un trabajo que les permita crear su propia familia?, ¿tienen las personas más débiles o desprotegidas acceso a la salud y a ayudas sociales adecuadas?

Vivimos en un mundo que tiene capacidad de producción de los bienes de consumo para satisfacer las necesidades de la población mundial. Que haya cientos de millones de personas viviendo en pobreza extrema y con hambre nos revela la profunda injusticia que lo está corroyendo. Cada uno tiene que decidir si pone su energía, su creatividad y su tiempo del lado del dinero asesino o del Dios de la vida. No podrás servir a Dios y al dinero; piensa qué estás haciendo en realidad.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Campo a través


Evangelio del domingo 15 de septiembre del 2019


Campo a través (Lucas 15,1-32)

No, no era senderismo, era ir campo a través; por los sembrados, por los olivares, orientándonos por la intuición de que tras la loma que remontábamos íbamos a encontrar un camino, o que al culminarla veríamos la torre de la iglesia… Más de una regañina nos ganamos por llegar tarde, sucios y con las piernas arañadas de los matojos que no pudimos, o no quisimos, esquivar: era tiempo de aventura; aventura con pantalones cortos, que es la que más se saborea.

El buen pastor que –sin atender a matemáticas—deja 99 ovejas en el desierto para ir en busca de la que se le había perdido, no caminaba senderos, iba campo a través. Subiendo lomas, bajando cerros, sorteando setos, cruzando cauces secos de torrenteras, mirando y mirando, aguzando el oído, hasta encontrar la que había perdido.

Páramos de superficialidad y tedio cobarde; valles de frondosos arbustos, todos con frutas ácidas, las de la pornografía, las del consumismo, las de la televisión basura o carroñera; desfiladeros de adicciones químicas o telemáticas que anulan la voluntad; roquedales de egoísmo y xenofobia, de intolerancia y rechazo al diferente; zarzas de sentimientos obsesivos en las que dar un paso significa enredarte más y herirte con la desesperación por liberarte; pozos profundos en los que te metieron el desprecio y la injusticia de los demás, hipotecas abusivas, salario de explotación…. Estos son los pasos del buen pastor que te busca.

No sólo en el Sagrario o en la Biblia puedes encontrar al Señor, siguiendo los pasos del Buen Pastor, acercándote a tu hermano que sufre.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Publicidad para realistas


Evangelio del domingo 8 de septiembre del 2019

Publicidad para realistas (Lucas 14,25-33)


Estamos acostumbrados a que la publicidad de cualquier cosa nos la venda más grande, más tecnológica, con más virtudes de las que de verdad tiene. Sin que sea “publicidad engañosa”, se exageran los aspectos buenos silenciando los puntos débiles del producto publicitado. Aquello del 99.99 euros, para no pasar la barrera sicológica de los 100, es un clásico. Por muy lúcidos que nos creamos, siguen engañándonos como a niños.

Pero una cosa es no caer en la publicidad engañosa, y otra bien distinta es poner las exigencias más radicales de tu propuesta sin ambages, sin disimulos, con crudeza realista que llama a sorpresa: “quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío”; “quien no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”; “quien no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y sus hijos, no puede ser discípulo mío”…

Jesucristo no quiere engañarnos; él sabe, y quiere que comprendamos, las limitaciones de nuestro corazón y nuestra voluntad; que somos frágiles, nuestros razonamientos inseguros y nuestra voluntad voluble; que sólo teniéndolo a él como guía y maestro podemos vivir la plenitud de la vocación a la que somos llamados, la plenitud del amor. Jesucristo no quiere edulcorarte los aspectos duros y difíciles de nuestro mundo. Te afronta para que afrontes con madurez lo que de verdad quieres.


“¿Quieres vivir la autenticidad de ser persona?, ¿quieres vivir con realismo y humildad tus debilidades; y aspirar con dignidad a vivir con justicia y solidaridad? (…) Sígueme, poniendo en mí tu confianza, toda tu confianza; no te defraudaré.”