Evangelio del 6 de enero del 2020
Lo que solo la fe ve (Mateo
2,1-12)
Nadie
pudiera imaginarse que el Hijo de Dios, el Señor del Universo pudiera venir al
mundo en una casa humilde y sencilla, como los más pobres de su pueblo. Si los
Sabios de Oriente no hubiesen caminado guiados por una estrella, nunca hubieran
encontrado al salvador. Pero fue una pequeña luz que parecía perdida entre las
infinitas luminarias del firmamento la que los guió. Ellos buscaron al Niño,
sobrepasaron obstáculos y dificultades, pero sin la estrella nunca lo hubieran
encontrado.
La fe
es para todos los creyentes esa luz que nos guía en nuestra vida y que nos hace
ver, en medio de las dificultades y los sinsabores, el camino de la vida. El
sol de la razón ilumina con más fuerza, ciertamente; pero no discrimina, no
discierne, no nos hace distinguir lo importante de las distracciones, la publicidad
superflua de lo verdaderamente necesario. La luna de los sentimientos nos llena
de ilusión o de melancolía, parece que nos saca de nosotros mismos, pero los
sentimientos siempre son egocéntricos.
Parece que fue una rara confluencia entre Júpiter y Saturno la que llamó
la atención de aquellos sabios, los puso en camino, a la búsqueda del que tiene respuesta al sentido de nuestra vida.
En
medio de los pobres y los explotados, entre los que tienen que vivir hacinados
porque no pueden pagar una vivienda, entre los que tienen mala fama y peor
pinta, entre los forasteros y refugiados, entre las familias que necesitan
ayuda… allí encontraremos al Rey de
Reyes, al Hijo de Dios, al Que se Entrega para darnos vida –oro, incienso y
mirra-.